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El artículo original ha sido escrito por Elizabeth Grace Matthew, quien hace un impecable análisis del libro «Toxic Empathy«, de la autora Allie Beth Stuckey.
Pero, lamentablemente, luego de citar a la autora y sus “cinco tesis equivocadas del movimiento progresista”, en las que dice concordar, al final cuestiona que la última tesis, «su postura sobre el «amor es amor» (es decir, su disidencia de la aceptación cultural del matrimonio gay) ‘me resulta poco convincente’». Pero ¿por qué? ¿En qué basa su apreciación?
Para justificarse, Grace comienza advirtiendo que “a riesgo de que me acusen de empatía tóxica”, ironizando un poco sobre el concepto fundamental desarrollado en la obra de Allie Beth Stuckey, para enseguida afirmar primeramente y sin rubor que “el matrimonio gay no hace daño a nadie”. ¿No? Luego dirá: “el matrimonio gay no es por definición la devaluación del matrimonio o de la procreación dentro del matrimonio”. Y, finalmente, rematará la –cuando menos– disonancia cognitiva en la que ha incurrido, con esta falaz justificación: “Porque soy creyente. Así que «ama a tu prójimo como a ti mismo»”.
Esto hay que contestarlo. Para ello, es indispensable citar el Catecismo de la Iglesia Católica. En su TERCERA PARTE | LA VIDA EN CRISTO. SEGUNDA SECCIÓN: LOS DIEZ MANDAMIENTOS. CAPÍTULO SEGUNDO (Precisamente bajo el título): «AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO», en el artículo 6 sobre EL SEXTO MANDAMIENTO, dice (citamos dos artículos, el 2333 y el 2357):
2333 Corresponde a cada uno, hombre y mujer, reconocer y aceptar su identidad sexual. La diferencia y la complementariedad físicas, morales y espirituales, están orientadas a los bienes del matrimonio y al desarrollo de la vida familiar. La armonía de la pareja humana y de la sociedad depende en parte de la manera en que son vividas entre los sexos la complementariedad, la necesidad y el apoyo mutuos.
2357 …Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Persona humana, 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.
De acuerdo con esto, tanto los actos homosexuales como su equiparación al matrimonio, hacen daño: en primer lugar, a quienes los cometen; en segundo lugar, a la familia; y, en tercer lugar, a la sociedad, ante la que se desvirtúa la unión natural y legítima entre el hombre y la mujer.
De modo, pues, que la reseña de una valiosa y oportuna publicación como el libro sobre la “empatía tóxica”, que denuncia precisamente el superficial buenismo a partir del cual se explota ideológicamente la compasión, no puede verse opacada por la opinión personal y muy cuestionable de quien escribe la reseña presentándose como “Católica” y, más aún, como “conservadora”. Menos, si lo hace a partir del error de asumir la fe desde una perspectiva “pluralista”, es decir, del mal entendido “pluralismo teológico”, que acaba siendo nada más que una forma de justificación del relativismo moral.
La autora de la reseña adolece claramente de formación doctrinal, y acusa desconocimiento en materia de Teología Fundamental, esto es Moral. Tanto para ella, como para nosotros, es recomendable leer la Encíclica “El esplendor de la Verdad”, de S.S. Juan Pablo II, completa, aunque en particular el Capítulo II. Y también la Exhortación Apostólica “Familiaris Consortio”. Aclarado esto, pasamos estrictamente al texto de la reseña.
En el recién publicado libro «Toxic Empathy» (Toxic Empathy, 2024), la autora Allie Beth Stuckey advierte sobre los peligros del exceso de empatía. Si bien reconoce que la compasión cristiana es una fuerza positiva en nuestras vidas, argumenta que la empatía se vuelve tóxica cuando se utiliza como arma por la izquierda política para promover su agenda cultural y política, enterrando o ignorando cualquier verdad que no genere simpatía.
Al revelar suavemente las duras verdades no reconocidas en el corazón de cada uno de estos eslóganes progresistas, Stuckey demuestra la vacuidad de las ideas que representan. Para desmenuzar estas ideas, utiliza una mezcla bien elaborada de anécdotas, datos, análisis y exegesis bíblica.
Cada aspecto del libro, desde su contenido hasta su lenguaje, revela una profunda [auténtica, legítima] empatía e identificación con su audiencia: mujeres cristianas con una visión bíblica del mundo. Stuckey advierte que aplicar virtudes como la amabilidad, la compasión y la tolerancia de manera acrítica a cuestiones políticas y sociales, tal como alienta el movimiento progresista, es el camino a la perdición.
Este mensaje llega alto y claro a su audiencia prevista. No es una crítica decir que este no es un libro que probablemente atraiga a nadie fuera de ese grupo definido de mujeres cristianas. De hecho, la precisión de Stuckey al dirigirse directamente a ese público es una de las fortalezas del libro.
Stuckey explica por qué argumentos a medias [superficiales e insustanciales] como «ningún ser humano es ilegal» son en última instancia incorrectos, anticristianos y peligrosos. Pero no afirma ni insinúa que los llamados seculares de la izquierda a la empatía no solo explotan la compasión cristiana, sino que dependen para su propia existencia de una bastardización de la misma.
Muchos de los progresistas que insisten en eslóganes como «ningún ser humano es ilegal» o «la justicia social es justicia» afirman ser seculares, e incluso ateos. Pero el tribalismo, el genocidio y el barbarismo son las reglas históricas, ciertamente el legado dominante y brutal del mundo precristiano.
Sin ningún imperativo religioso explícito o implícito para tratar a los demás como a uno mismo, la naturaleza humana con todo su interés propio es libre de reinar. El llamado «humanismo secular» es una nada autoengañosa.
Así que solo hay dos posibilidades reales: o la supuestamente izquierda secular está de hecho ampliamente afectada por lo que mi Iglesia Católica considera un «bautismo de intención», donde la gente sigue a Jesús sin ser consciente de su fe latente; o la izquierda actual simplemente no está interesada en el bienestar de sus supuestos beneficiarios, sino solo en el poder, y ve claramente que se atrapa a más moscas revolucionarias con miel (es decir, profesiones de empatía por los demás) que con vinagre (es decir, descarados llamados al interés propio).
Mi mejor suposición: es un poco de ambas, pero la izquierda alberga más «verdaderos creyentes» (en la creencia de que no creen) que charlatanes demoníacos.
Hasta aquí la reseña.
Fuente: The Exploitation of Compassion | RealClearBooks
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