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Hace poco más de una década el mundo entero se alegraba con el surgimiento y la versatilidad de las redes sociales, y celebraba “la democratización” de la comunicación, de la libertad de opinar y de expresarse libre y abiertamente, incluso groseramente, “sin filtros” en el lenguaje.
Pero las cosas cambiaron a partir de la declaratoria de “pandemia” por parte de la OMS. Entonces salió a la luz la falacia de tal “democratización”, y todos nos dimos cuenta de que no era real. Bastaba cuestionar, con criterio e incluso con argumentos científicos, las decisiones que siguieron, y de inmediato los canales y las cuentas eran sancionados con el cierre temporal, so pretexto de “infringir” las reglas y de haber difundido “información falsa”. Todos abrimos los ojos ante el algoritmo de la censura. Y, aunque nos las hemos apañado para sobrevivir y expresarnos en medio de la tecnología vigilante y bajo el nuevo estatus de estados policivos, ahora todo cuanto hacemos y decimos es monitoreado y registrado en servidores.
La subsecuente “cuarentena” fue un aislamiento social obligado y prolongado, cuyas consecuencias en materia de salud mental, de conducta social y de índole económica son ya bien conocidas. No obstante, se siguen estudiando las repercusiones que ello ha tenido en distintos aspectos, incluidas la ética, la bioética y hasta la posibilidad de que se haya tratado de una impostura con visos de un experimento social. Todo ello lo antecedió y lo selló el globalismo, que hizo entonces su debut, su presentación en sociedad, para muy rápida y finalmente mostrar sus garras.
De allí se dieron saltos cualitativos inimaginables hasta entonces, y el control social e institucional tomaron el lugar de las democracias. Saltamos a otra clase de sociedades, sin previo aviso, y nos indigestamos con el aparentemente apetitoso pero amargo fruto del adoctrinamiento ideológico. Una variante, entre muchas, es la “ideología de género”, en todas sus aberrantes formas. ¿Estamos transitando hacia una dictadura de “género”? Los casos que se documentan son elocuentes…
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