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En defensa de la Inmaculada Concepción

“…si alguno tuviere la temeridad, lo cual Dios no permita, de dudar en su corazón lo que por Nos ha sido definido, sepa y entienda que su propio juicio lo condena, que su fe ha naufragado y que ha caído de la unidad de la Iglesia…”.

Papa Pío IX

Las Doctrinas de La Gracia, la Gracia Santificante (la acción del Espíritu Santo) y la del Mérito, no pueden ser puestas en duda de ninguna manera, pues ello equivale a negarlas –un pecado contra el Espíritu Santo– y, con ellas, a todas las verdades de Fe fundamentales para nuestra salvación –el “Depositum Fidei”– y sus desarrollos consecuentes, como los Dogmas.

Precisamente, al decretar el Dogma de La Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, el Papa Pío IX fue taxativo y advirtió sin ambages:

“Si alguno tuviere la temeridad, lo cual Dios no permita, de dudar en su corazón lo que por Nos ha sido definido, sepa y entienda que su propio juicio lo condena, que su fe ha naufragado y que ha caído de la unidad de la Iglesia y que si además osaren manifestar de palabra o por escrito o de otra cualquiera manera externa lo que sintieren en su corazón, por lo mismo quedan sujetos a las penas establecidas por el derecho.

La sentencia es muy clara, como se puede apreciar y entender. De modo, pues, que al ponerlas en duda, se niega totalmente la posibilidad de ocurrencia real de acciones, hechos e intervenciones extraordinarios de Dios –entre otros– como La Inmaculada Concepción de María, su Virginidad Perpetua, su Maternidad Divina y su Asunción en cuerpo y alma al Cielo: los Dogmas Marianos.

Siempre debiera ser muy claro para cualquier bautizado que un Dogma de Fe es un tema muy serio –no una “discusión bizantina”– que no sólo involucra muchos y profundos aspectos filosóficos, teológicos y doctrinales de bastante entidad, sino que contiene Verdades que obran para nuestro bien integral, en favor de nuestro ser y de nuestra Salvación. Y que –por lo mismo– ya no es materia opinable ni está en discusión y, mucho menos, algo que pueda uno impunemente cargarse de un plumazo –o de un “verbazo”–, con un comentario “de paso”.

El segmento del filme que se inserta, titulado “Defensa de la Inmaculada Concepción”, demuestra sin desperdicio y de manera fehaciente la ardua labor intelectual que supuso poner los fundamentos y los asertos teológicos y doctrinales que servirían para la ulterior definición y proclamación del Dogma de La Inmaculada Concepción. Tanto los diálogos como las situaciones y los sentimientos humanos expresados, proyectan una clarísima luz en favor del mismo. Este recoge el sensible debate teológico –con los respectivos argumentos de cada parte–, en el que finalmente vencen las tesis del franciscano Juan Duns Scoto, en la Universidad de París en el año 1305.

Luego de la proclamación oficial del Dogma por parte del Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854 (549 años después), el mismo será confirmado por la propia Virgen María en Lourdes, Francia, en el año 1858, cuando, a pedido del párroco –Abbé Peyramale–, El 25 de marzo la niña pregunta a la Señora:

—¿Quién eres?

Y ella le responde:

—“Yo soy la Inmaculada Concepción”.

Bernardette Subirous se lo cuenta al sacerdote y éste queda asombrado ante el imposible de que una jovencita analfabeta pudiese saber sobre el dogma de la Inmaculada Concepción, declarado por el Papa Pío IX en 1854.

El dogma sostiene que la Virgen María estuvo libre del pecado original desde el primer momento de su concepción por los méritos de su hijo Jesucristo. De este modo no sólo recoge una verdad de fe fundamental sino el sentir de dos mil años de tradición cristiana al respecto.

La definición del dogma, contenida en la bula “Ineffabilis Deus” del 8 de diciembre de 1854, promulgada por el Papa Pío IX, dice lo siguiente:

«[…] Para honra de la Santísima Trinidad, para la alegría de la Iglesia católica, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, con la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra: Definimos, afirmamos y pronunciamos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original desde el primer instante de su concepción, por singular privilegio y gracia de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Cristo-Jesús, Salvador del género humano, ha sido revelada por Dios y por tanto debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles. Por lo cual, si alguno tuviere la temeridad, lo cual Dios no permita, de dudar en su corazón lo que por Nos ha sido definido, sepa y entienda que su propio juicio lo condena, que su fe ha naufragado y que ha caído de la unidad de la Iglesia y que si además osaren manifestar de palabra o por escrito o de otra cualquiera manera externa lo que sintieren en su corazón, por lo mismo quedan sujetos a las penas establecidas por el derecho».

A continuación se ofrece el vínculo a la película completa:


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