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Sermón para católicos tradicionales. II Domingo después de Epifanía.

Escrito por Redacción R+F

“¿De dónde voy a ser yo capaz de describir la felicidad del matrimonio; aquello que la Iglesia arregla, que el Sacramento confirma, que la bendición sella, que los ángeles anotan y que el Padre Celestial aprueba?”.

P. Javier Olivera Ravasi, SE.

“Y al día tercero se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús. Fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos. Y como faltase el vino, dice a Jesús su madre: ‘No tienen vino’.  Y le dice Jesús: ‘¿Qué tenemos que ver tú y yo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora. Dice su madre a los que servían: Todo cuanto él os diga, hacedlo. Había allí seis hidrias de piedra, destinadas a la purificación de los judíos, cada una de las cuales podía contener de dos a tres metretas. Díceles Jesús: ‘Llenad de agua las hidrias’. Y las llenaron hasta arriba. Y les dice: ‘Sacad ahora y llevadlo al maestresala. Y lo llevaron. Mas cuando gustó el maestresala el agua hecha vino —y no sabía de dónde era, pero sabíanlo los que servían, que habían sacado el agua—, llama al esposo el maestresala y le dice: ‘Todo hombre pone primero el buen vino, y cuando están ya bebidos, pone el peor; tú has reservado el vino bueno hasta ahora’. Este primer milagro hízolo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria y creyeron en él sus discípulos”.

Evangelio según San Juan 2, 1-11

El Matrimonio, es base de la familia, como la familia es la base de la Sociedad, por ser el hombre “animal político”.

“¿Cuándo instituyó Cristo este Sacramento?”, pregunta Lutero. Es que no hay en el Evangelio ningún lugar en que Cristo diga solemnemente: “Yo elevo este contrato natural a la dignidad de Sacramento“; por eso, inicialmente, el fraile alemán sólo aceptó el Bautismo y la Eucaristía, para después, sus seguidores, quedarse solo con el primero, pero nosotros encontramos en el Evangelio que el primer acto público de Cristo de Nuestro Señor fue santificar con su presencia unas bodas (y unos vinos, dicen los borrachos…), haciendo un milagro anticipado a pedido de Su Madre y, después, lo declaró indisoluble, diciendo que desde el principio era así, pero que, por la miseria del hombre, Moisés había permitido su divorcio con causa justa. San Pablo estampa en su Carta a los Efesios: “Este es un Sacramento grande, quiero decir, en Cristo y en la Iglesia y no “el de Cristo y el de la Iglesia”, como algunos traducen mal. Después de Cristo, el Matrimonio está tratado por la Iglesia como Sacramento: ya en la “Didajé” del siglo I; en las cartas de San Ignacio Mártir, en el año 100, el cual escribe a Policarpo Obispo que “no hagan matrimonios sin que los concerte el Obispo”, es decir, “sin las debidas disposiciones”, como se dice en el Catecismo.

Las Bodas de Caná. El Bosco (1480). Museo Boymans van Beuningen. Rotterdam.

Teniendo claro que el cursillo es el noviazgo (Algunos son, realmente, patéticos) hay que señalar que las debidas disposiciones son:

  • ¿Acepta que el matrimonio entre bautizados ha sido elevado por Cristo Nuestro Señor a la dignidad de Sacramento?
  • ¿Se casa por propia voluntad, libremente y por amor?
  • ¿Se encuentra presionado por alguna circunstancia personal apremiante, por sus familiares o los familiares de la novia?
  • ¿Se compromete a la fidelidad conyugal?
  • ¿Quiere su matrimonio para toda la vida, es decir, indisoluble y rechaza el divorcio?
  • ¿Acepta que uno de los fines del matrimonio es la procreación? ¿Está de acuerdo a no usar métodos antinaturales para evitar los embarazos (píldoras, anticonceptivos, preservativos), etc?
  • ¿Se compromete a educar cristianamente a sus hijos?
  • ¿Se compromete a ayudar a su cónyuge en las diversas circunstancias de la vida, en salud o enfermedad?
  • ¿Acepta su novio el matrimonio sacramental como único e indisoluble, o tiene alguna reserva al respecto (infidelidad, divorcio, sacramento)?
  • ¿Cree que se casa con total libertad, sin presión alguna y por amor?
  • ¿Ud. o su novia han padecido alguna enfermedad o desorden de tipo psicológico o psiquiátrico?
Algunos errores que hemos visto.
  • No dar la pelea de la virginidad y de la pureza en el noviazgo. Los novios no se sienten tentados contra la paciencia, la caridad, etc., sino contra la pureza. Todo esfuerzo que hagan durante el noviazgo, redundará en enormes frutos durante el matrimonio.
  • Agarrar lo que venga. Por eso de que “el hombre quiere tener una casa para tener una mujer y la mujer quiere tener un hombre para tener una casa”, algunos escogen precipitadamente la pareja por miedo a la soledad, “a que se les pase el tren” o a no encontrar a alguien mejor, cometiendo un error que tiene consecuencias de por vida.
  • Decir “con el tiempo lo voy a cambiar”. Típico error de la mujer que contrae matrimonio conociendo los graves defectos y hasta inmoralidades de su novio, pensando ingenuamente que, con el tiempo, él cambiará o que, una vez casados, se transformará, mágicamente, en el hombre perfecto.
  • No casarse con alguien que tenga sus mismos principios. Hay matrimonios que no se entiende cómo se dieron entre personas con visiones del mundo y hasta creencias totalmente opuestas. Ese es un grave error que muchos cometen, llevados por la pasión, el sentimentalismo, el romanticismo. Es un punto prioritario y que no se puede descuidar.
  • Pensar que ese “sí”, es sólo de un momento. Ese “Sí” que se pronuncia delante de Dios y del pueblo fiel que hace de testigo no es un momento fugaz; es un repetirse diario, perpetuo, permanente.

Como postdata de esto sólo lo que sigue: los casados, respecto del sacramento del matrimonio, sólo pueden cometer dos pecados graves: el pecado de adulterio y el pecado de impedir o espaciar injustamente los hijos (sea por medio de métodos artificiales como naturales), es decir, impedirlos sin causa justa como es una grave enfermedad, una dificultad económica apremiante, etc., incapacidad de alguno de los padres, etc. Claro que pueden cometer también faltas contra la justicia o contra la caridad, etc., pero estas no son faltas contra el sacramento, sino contra el prójimo en general.

El matrimonio es como la Iglesia: anda entre las tempestades del mundo y los consuelos de Dios, pero, al decir de Tertuliano, cuando esas tormentas pasan, somos capaces de decir:“¿De dónde voy a ser yo capaz de describir la felicidad del matrimonio; aquello que la Iglesia arregla, que el Sacramento confirma, que la bendición sella, que los ángeles anotan y que el Padre Celestial aprueba?”. Pidamos por la fidelidad, la unión y la felicidad de nuestros matrimonios.

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