Fe Opinión

¿Un Cristiano puede pertenecer a la masonería?

Iglesia y Masoneria
Escrito por Padre Henry Vargas

“La visión del mundo o la cosmología de los masones no es unitaria u objetiva, sino subjetiva y relativa. El concepto de religión también es relativista y no coincide con la convicción fundamental del cristianismo, con el concepto de Dios”.

Es bien sabido por todos que la Iglesia no sólo ha criticado a sus fieles por pertenecer a asociaciones filosóficas, esotéricas o políticas, abiertas o secretas, que se declaran ateas o que ponen en peligro la fe sino que también, en muchos casos, la Iglesia los ha excomulgado.

Una de estas asociaciones es la masonería. Desde 1738, a través de bastantes documentos, la Iglesia ha prohibido a los católicos pertenecer a alguna organización masónica.

¿Pero qué es la masonería? Actualmente hay organizaciones masónicas de todo tipo, incluso existen aquellas con objetivos inocuos, en las que subyace un fondo doctrinal (religioso y moral) en común.

Hay asociaciones masónicas que van desde aquellas que tienen una gran carga doctrinal y radicalidad hasta asociaciones que más se parecen a un simple club de amigos con muy poco contenido doctrinal, pasando por otras que se dedican a la organización de obras culturales y sociales.

Con estos datos sería muy aventurado meter en el mismo saco la actuación y las intenciones de cada una de las personas que pertenecen a alguna de las organizaciones masónicas.

¿Y cuál es el fondo religioso y moral? Comencemos diciendo que los masones profesan el deísmo. El deísmo es una postura filosófica que acepta la existencia y la naturaleza de Dios (al que llaman y consideran ‘el gran arquitecto del universo’), a través de la razón y la experiencia personal, en lugar de hacerlo a través de la divina revelación y la tradición.

El deísmo se funda en las intuiciones del ser humano acerca del mundo de la naturaleza y en las deducciones que de ahí se puedan derivar.

El deísmo propone que Dios sí existe y que ha sido Él quien ha creado al mundo, pero sólo esto; Dios, pues, no interviene en el mundo, ni se ha revelado a nadie. En este sentido, ninguna iglesia ni religión tiene sentido. Para el deísmo Dios solamente existe, pero no sabemos nada de él; es más, el deísmo no se refiere a un Dios concreto.

El deísmo, que nació en Inglaterra a finales del siglo XVII, es una fuerte reacción frente a las afirmaciones de que el cristianismo es una religión revelada.

El deísmo, en consecuencia, es pues la doctrina que reconoce un Dios como autor de la naturaleza, pero sin admitir revelación ni culto externo. En este sentido la masonería cuestiona los fundamentos de la doctrina cristiana.

La visión del mundo o la cosmología de los masones no es unitaria u objetiva, sino subjetiva y relativa. El concepto de religión también es relativista y no coincide con la convicción fundamental del cristianismo, con el concepto de Dios.

El concepto de verdad también es relativista, negando el conocimiento objetivo de la verdad. Según el deísmo o la masonería, la moral no debe estar ligada a ninguna creencia religiosa ni basarse en pretendidas revelaciones divinas, lo que nos lleva a una moral sin Dios, sin Cristo (sin Evangelio) y sin Iglesia. Por tanto, para la masonería, es lícito el empleo de cualquier medio para lograr sus fines, el fin justifica los medios.

Es bien sabido que uno de los medios que la masonería ha empleado para el cumplimiento de sus fines ha sido la de obstaculizar y/o negar la actividad de la Iglesia, puesto que al sostener convicciones deístas su doctrina es incompatible con la de Cristo y de la Iglesia.

De manera, pues, que la masonería es anticristiana, deísta y racionalista, y que se encuentra perfectamente en el marco de las sectas.

A pesar de que en el nuevo Código de Derecho Canónico, del año 1983, no se menciona explícitamente la masonería como algo no cónsono a la fe cristiana, a diferencia del anterior del año 1917 que sí lo menciona en el canon 2335 –inclusive mencionando como pena la excomunión–, la postura de la Iglesia no ha cambiado, es la misma postura en su contra; el juicio negativo de la Iglesia respecto de la masonería sigue siendo el mismo.

El motivo es, porque sus principios siempre han sido considerados incompatibles con la doctrina cristiana.

Se debe concluir, por lo tanto, que el juicio que hace la Iglesia sobre las asociaciones masónicas permanece inalterado. Lo único que ha cambiado entre el código de derecho canónico del año 1983 y el del año 1917, es la pena canónica en contra de la masonería, no ha cambiado el juicio moral sobre la gravedad de la pertenencia a la misma.

El actual canon 1374 da a entender que quien milite en las filas de grupos que maquinan contra la Iglesia, entre ellos los masones, debe ser castigado con el entredicho.

El entredicho es la censura eclesiástica que prohíbe el acceso o el uso de bienes espirituales y/o de los divinos oficios, de algunos sacramentos y de la sepultura eclesiástica, etc. El entredicho es una pena canónica por la que se prohíben a las personas ciertos actos sagrados pero, a diferencia de la excomunión, permanecen dentro de la comunión eclesial.

En consecuencia el feligrés que haga parte de una agrupación masónica, cuyo estado de vida es objetivamente contrario al fijado por la Iglesia, no pierde su condición de católico, ni queda excomulgado; simplemente es un católico que se encuentra en una situación irregular dentro de la comunidad eclesial. En este sentido la afiliación a la masonería sigue prohibida por la Iglesia y los masones están en estado de pecado grave y, en consecuencia, no pueden buscar la comunión eucarística ni se les debe dar.

Con estas personas se debe actuar con criterios semejantes a cualquier otro caso en que un fiel permanece en situación de pecado grave o mortal; es decir, si su situación es pública se causa escándalo si se le administran los sacramentos, mientras que si su situación no es pública se le difama si se le niegan los sacramentos, entre ellos la eucaristía, ante otros fieles que no conocen su situación.

Será el sacerdote en cada caso el que debe valorar cuál es la solución más indicada. No es lo mismo la situación de una persona que alardea públicamente de su pertenencia a una asociación masónica y se acerca a la comunión eucarística, que una persona cuya obediencia masónica es desconocida.

La Iglesia quiere hacer ver que no se puede servir a dos señores: o se está con Dios (con Cristo) o contra Él.

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