Hay un clima de división. Pero, ¿Por qué hay división en La Iglesia? Porque hay confusión. ¿Y por qué hay confusión? Porque se abandona el Magisterio, el «Depositum Fidei», la fidelidad a la Enseñanza, y se reemplaza con ideas humanas, que parten de lo obvio –como el Amor y la Misericordia de Dios– pero callan el llamado al arrepentimiento y a la conversión.
Y después avanzan hacia el relativismo moral: «nada es malo, hay que saber entenderlo». Y de ahí, a la negación del pecado. A la negación del mal. Es decir, a la Negación de las Verdades de la Fe. Eso es Apostasía.
De modo que, en lugar de confirmarnos en la fe, ahora se predica una mal entendida –y por lo tanto falsa– «misericordia» que no sólo no llama al cambio de vida, sino que incluso acaba confirmando a cada uno en sus apetencias y pecados.
Las falsas doctrinas conducen a eso: eliminar la idea de pecado y la conciencia moral de los creyentes. Cuando menos, a adormecerlas. Y esto lo hacen personas sin fe, aunque estén «consagradas». El Señor lo dijo:
«Habrá entre ustedes lobos vestidos con piel de oveja».
Mateo 7, 15