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Una parroquia brasileña ofrece una misa por las almas de los ministros extraordinarios de la comunión fallecidos en un accidente aéreo
La parroquia de San Pedro Apóstol en la ciudad de Guaratinguetá, en el estado de São Paulo en Brasil, celebró el pasado 11 de agosto una misa en memoria de María Auxiliadora Vaz de Arruda y su esposo José Cloves Arruda, coordinadora y ministro respectivamente de los ministros extraordinarios de la comunión en dicha parroquia, quienes fallecieron en el accidente aéreo ocurrido el 9 de agosto en la ciudad de Vinhedo.
«Nos duele, estamos traumatizados, abatidos, pero no vencidos, no destruidos, porque quien come de este Pan vivirá eternamente», expresó el padre Aloísio Motta, párroco de San Pedro Apóstol, en su homilía ante los cientos de fieles que llenaron la iglesia para recordar a esta pareja tan apreciada. «Este desastre se llevó personas muy queridas para nosotros y para Brasil. Arrancó un pedazo de nuestra amada parroquia de San Pedro en el pequeño pueblo de Guaratinguetá».
El avión de la aerolínea Voepass se estrelló en el jardín de una casa dentro de una urbanización privada en Vinhedo, matando a las 62 personas a bordo. El vuelo había despegado el 9 de agosto desde la ciudad de Cascavel, en el estado de Paraná, con destino al aeropuerto internacional de Guarulhos en São Paulo, a unos 720 kilómetros de distancia.
Entre los pasajeros se encontraba el matrimonio Arruda, que regresaba de visitar a su hija Priscila, profesora en la Universidad Tecnológica Federal de Paraná, quien vive en la ciudad de Toledo, también en el estado de Paraná.
Doña Dora, como se conocía cariñosamente a María Auxiliadora, era la coordinadora de los ministros extraordinarios de la comunión en la parroquia de San Pedro, mientras que su esposo también se desempeñaba como ministro de la eucaristía en el mismo templo.
«En esta tercera fila de bancos no había un domingo en que Doña Dora no estuviera. No había un jueves en que ella no estuviera», recordó el padre Motta. Y agregó: «Me equivoqué cuando dije que la Iglesia Católica necesita personas como Doña Dora, porque en realidad depende de personas como ella. Dependemos de una multitud de católicos que marcan la diferencia».
«Tenemos que parecernos un poco a Doña Dora. Transformemos nuestro dolor en victoria, nuestro luto en victoria», arengó el párroco a los fieles. «Dependemos de Doñas Doras en todo el mundo, hombres y mujeres como ella».
Y concluyó: «Fortaleceremos la fe católica como siempre quisieron. Como ella siempre hizo, desde el celo, la dedicación, el compromiso, la responsabilidad y el amor por la Eucaristía».
Dora era maestra jubilada y trabajaba también en la Asociación de Padres y Amigos de Personas con Discapacidad (APAE) de Guaratinguetá. Dicha institución publicó este emotivo recuerdo en su honor:
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