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Moraleja de Enmedio es un pequeño pueblo de la diócesis de Getafe en la Comunidad de Madrid que custodia desde 1936 un extraordinario milagro eucarístico en la parroquia de San Millán. Al estallar la guerra civil española, un grupo de feligreses pidió al párroco Clemente Díaz Arévalo las llaves del templo para protegerlo. Días después, al poder abrir la iglesia para un funeral, Don Clemente aprovechó para llevarse a su casa la reserva eucarística con 24 formas consagradas.
Estas formas fueron pasando de casa en casa entre los fieles, soportando diferentes temperaturas e incluso la oxidación del copón que las contenía. Sin embargo, 88 años después siguen intactas, conservando todas las propiedades físicas del pan, como confirma el actual párroco, Rafael de Tomás.
Desde 2013 se exhiben en un copón de cristal para la adoración de los fieles, y «se empiezan a conceder gracias y milagros de forma constante», afirma Don Rafael.
La parroquia tiene adoración diaria de 10 a 12, y los jueves realiza una jornada completa de adoración de 10am a 7pm con feligreses turnándose para acompañar al Santísimo e incluso se turnan para acompañar la exposición.
Acuden fieles de toda la diócesis e incluso de otras partes de España y del extranjero, calculándose unas 700 peregrinaciones anuales.
Los habitantes del pueblo viven este milagro «con normalidad y naturalidad», sintiéndose orgullosos de que la fe de sus antepasados haya dado lugar a esta manifestación eucarística que atrae a tantos fieles.
Mis abuelos no se hubieran imaginado nunca que su acto de fe supusiera que un montón de gente viniera a adorar al Señor y a pedir milagros.
Nietos y bisnietos de los ‘protectores’ del copón
Don Rafael transmite con alegría y asombro este extraordinario regalo que Dios ha concedido a su parroquia, en la que la devoción a la Eucaristía siempre ha sido muy fuerte. Reconoce estar en deuda con sus feligreses, que le han ayudado a crecer en el amor a Jesús y a vivir su ministerio sacerdotal con gozo.
Este antiguo milagro eucarístico, custodiado celosamente por los fieles durante la persecución religiosa para impedir su profanación, muestra el poder de Dios para conservar incólume la Eucaristía incluso en las circunstancias más adversas. Es un signo de su amor y su presencia real entre nosotros, que invita a la adoración, la acción de gracias y una fe más viva. La iglesia de San Millán se ha convertido así en un centro de peregrinación que atrae creyentes deseosos de contemplar este prodigio, pedir gracias al Señor y crecer en su amistad con Él.
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