Actualidad

La farsa del señor Coronell

Escrito por Santiago Quijano

Victimizar a Coronell, uno de los opinadores más poderosos de Colombia, y encima graduarlo de mártir por la libertad de expresión, resulta ridículo, falso y ofensivo, en un país en donde sí hay verdaderos casos de periodistas perseguidos y hasta asesinados.

Se han atrevido a comparar el caso de Coronell con el de Lucas Caballero, cuando en su día la sonada columna de Klim puso muy incómodo al gobierno de López, quien junto con Hernando Santos orquestó la salida de Caballero del diario EL TIEMPO. Nada más alejado del caso Klim. La columna de Coronell jamás llegó a poner en jaque al gobierno de Duque, ni SEMANA es un medio gobiernista, ni existen elementos serios para pensar que entre Felipe López y el presidente existe una agenda conspirativa oculta. Si SEMANA fuera tan uribista como insinúan los defensores de Coronel, la nómina de sus columnistas y el tono de sus carátulas serian harto diferentes.

Pero la narrativa que se impuso fue la de afirmar que, en efecto, la gobiernista revista expulsó a Coronell por atreverse a exigir transparencia, cuando en realidad el poderoso Coronell salió en hombros de donde jamás fue censurado, después de hacerse expulsar. Porque fue una auto expulsión, deliberada y astutamente conseguida. Afirmar en público y de forma reiterada que el medio en donde se trabaja no es transparente en un tema tan delicado como el de los falsos positivos, es un insulto al dueño, al director, al consejo editorial y de paso una renuncia manifiesta. Una baja, rastrera y malvada insinuación.

Si Coronel tuviese algo de elegancia y gratitud, al menos se hubiera retirado con más decoro, sin salpicar de barro y dejar un malintencionado manto de duda sobre una publicación que le permitió llegar al pedestal en que hoy se encuentra. Así paga el diablo a quien bien le sirve, dicen por ahí.

Y si los opinadores de la misma revista, como Samper, Vlado o Dusan, están tan indignados por la salida de Coronel, tal y como lo han manifestado en sus respectivas columnas, porque no aprovechan la celentura y renuncian, ellos también. Sería una oportunidad de oro para mejorar la calidad periodística de la revista.

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