Publicado por La Nuova Bussola Quotidiana, en la sección EDITORIAL |
Escrito por Riccardo Cascioli | 03-07-2020
El proyecto de ley para combatir la homofobia y la transfobia (y ahora también contra la misoginia), presentado el 30 de junio y que llegará a la Asamblea el 27 de julio, ha expuesto una situación embarazosa dentro de la Iglesia italiana, especialmente entre y para su jerarquía.
Ya hemos observado cómo la nota de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), que criticaba fuertemente la iniciativa legislativa en cuestión, fue inmediatamente desmentida por el periódico Avvenire (que también es propiedad de la CEI), el cual respondió con una larga entrevista al senador Zan (PD), ponente del proyecto de ley.
Esa divaricación de las posiciones se radicalizó aún más en los días siguientes, y dejó claro que una parte sustancial de la Iglesia italiana va ahora de la mano con aquellos que quieren borrar la enseñanza católica. Fue el propio senador Zan –en el informe que acompañó la presentación de la propuesta de texto único del proyecto de ley en la Comisión de Justicia– quien dio cuenta de esta afinidad: ilustrando el artículo que establece el Día Nacional contra la Homofobia, citó expresa y positivamente a Avvenire y a todas las diócesis italianas que durante años el 17 de mayo celebran ese Día con vigilias de oración (hay 17).
Por otra parte, después de que la Nota denunciase la amenaza a la libertad que representa esta ley si se aprueba, sólo hubo silencio de la Presidencia de la CEI. Anteriormente, sólo un obispo, Monseñor Antonio Suetta (Sanremo-Ventimiglia) había publicado un documento analítico que daba la alarma sobre este proceso legislativo. Todos los demás, callados. Sin embargo, los obispos, al menos parte de ellos, deberían tener muchas razones para preocuparse por la posible aprobación de esta ley sobre la homofobia.
De hecho, tendría un gran impacto en la vida cotidiana de la Iglesia: en la elección de los educadores, en los candidatos al sacerdocio (y por lo tanto en la entrada en seminarios), en la elección de los maestros para las escuelas católicas, obviamente sin siquiera considerar la reproposición del Catecismo y los numerosos pasajes bíblicos que condenan los actos homosexuales (sobre esto ya funciona muy bien la autocensura).
Desde este punto de vista, la Nota de la CEI era al menos clara al respecto, pero pasó a ser un episodio aislado que generó aún más confusión entre los fieles (aunque pocos lectores pueden estar siguiendo a Avvenire). ¿Es esta ley “el diablo” o es una ‘oportunidad educativa’, como sostiene Avvenire? Esta es, por supuesto, una pregunta que, para nosotros, tiene una respuesta clara. Pero al mismo tiempo requiere una intervención explícita de los pastores, empezando por la presidencia de la CEI, porque la confusión reina.
El cardenal presidente, Gualtiero Bassetti, tiene una gran responsabilidad, pero incluso todos los demás obispos no pueden escapar: si esta propuesta se convierte en ley, daríamos otro gran paso hacia el modelo chino completo, con “campos de reeducación” (en asociaciones gay; ¿quién sabe si Avvenire terminará en la lista de lugares para volver a educar homosexualmente?) para aquellos que no se doblegan al discurso homosexual. Y la propia libertad de la Iglesia sería violada aún más. ¿Realmente los obispos tienen la intención de ser testigos de este caos?
Fotografía del encabezado: Cardenal Gualtiero Bassetti, Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana.
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