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Guerra psicológica. Guerra política. Memoria del coloquio en Cruzada.

El pasado jueves 23 de mayo se realizó en el Centro Cultural Cruzada el coloquio Guerra Psicológica. Guerra política, a cargo del Coronel John Marulanda, como parte de la serie de coloquios Revolución y Contra-Revolución, que viene desarrollándose desde diciembre del 2018 y ha tenido como temáticas los aspectos constitucionales de los Acuerdos de La Habana, el resurgimiento de las derechas en el mundo, la bioética personalista ante la cultura de muerte y el balance histórico de la Constitución de 1991, los cuales pueden encontrarse en el canal de Youtube del Centro Cultural Cruzada (//www.youtube.com/channel/UC8adkIwc_WHlilh–eKq_bw)

A continuación, hago una transcripción casi textual de un extracto del coloquio:

“Buenas noches para todos. Agradezco a Cruzada la invitación a este ambiente tan familiar, tan íntimo, para tener una charla sobre un tema tan importante, y al Sr. Luis Fernando Escobar, director de Cruzada, que me tuvo en cuenta para esto.

Breve reseña biográfica y profesional.

La tarea es extensa, es muy difícil reducir a una hora una experiencia de tantos años y en la cual no hay solo mucho conocimiento, sino también mucha experiencia y mucho afecto. Yo nunca entré al ejército con el ánimo de ser un operador psicológico. Yo entré con el ánimo de ser un combatiente y un guerrero y, de hecho, lo fui, pero, por mi ascendiente civil, venía de ser un periodista de Todelar con Javier Giraldo Neira, en Radio Manizales. Mi padre era el director de La Patria, donde yo tenía una columna desde cuarto de bachillerato, aproximadamente en 1971. Había participado en un programa de TV los domingos con Doña Gloria Valencia de Castaño y el Doctor Panesso que se llamaba Miles de pesos por sus respuestas.

La vocación de abogado y humanista de la familia no indicaba que yo fuera a ser un hombre de armas, pero, evidentemente, lo fui, y los mandos, al ver ese pasado mío, pues me sacaron, muy rápidamente, de las cuestiones de arma, de guerra, y me mandaron a E.E.U.U, a hacer un curso de operaciones psicológicas. Estuve en el Centro de Guerra Especial John F. Kennedy y ahí realicé mis estudios con una ramificación en terrorismo. Posteriormente, en los diferentes grados, se me fue asignando la tarea de manejar el tema de las operaciones psicológicas. Ahí estuve en situaciones muy complicadas de orden público, sin un fusil y sin unos soldados para entrar en combate sino con una emisora; entonces, aprendí esa otra dimensión de la guerra, la cual me enseñó que ese ámbito era tanto o más importante que el hecho mismo del combate.

De esta experiencia surge la idea de la Escuela de Operaciones Psicológicas que se transformó en la Escuela de Relaciones Civiles-Militares, que fue la primera creada en América Latina y donde se dictaba el curso básico y avanzado de Operaciones Psicológicas y Asuntos Civiles.

Guerra psicológica y guerra política.

Aquí hay muchas personas que no han empuñado un fusil, pero en este tema todos tenemos qué ver, nos es familiar y todos tenemos algo qué decir al respecto, de modo que voy a ser rápido en la presentación, para que podamos entender cómo está Colombia y qué podemos hacer en este nuevo campo de batalla que nos está planteando la izquierda.

Hablaremos del caso norteamericano, el caso ruso, chino, mostrando cómo funcionan, básicamente, las operaciones psicológicas, les voy a referir los mecanismos que se utilizan para convencer a las personas de lo que no es, venderles irrealidades. Vamos a hablar del terrorismo, arma psicológica fundamental.

Guerra política es, fundamentalmente, guerra psicológica, y guerra psicológica es una serie de instrumentos y mecanismos por medio de los cuales funciona nuestro cerebro, que es una máquina, primero, de preservación de la especie y, segundo, de interpretación de la realidad, esa máquina tiene unos códigos, es como un computador que requiere una clave. Expertos que han decodificado esas claves del cerebro nos manipulan sin que nosotros nos demos cuenta, “apretando esos botones”, y todos somos susceptibles a eso. Los casi 500 cm. cúbicos que tenemos dentro de nuestra caja craneana han evolucionado desde el homo erectus hasta hoy, pero el cerebro sigue funcionando con esas características límbicas, reptilescas, que identifican al ser humano y que no nos diferencian de otros seres vivos sino en un porcentaje muy mínimo.

Básicamente, puede decirse que propaganda es la venta de ideas y publicidad es la venta de artículos. Lo interesante es que la propaganda surgió de la religión cristiana, más o menos, en 1622, con la creación de la propaganda fide compagnie (compañía de propagación de la fe), término que, después, explotaría Joseph Goebbels como ministro de propaganda nazi y lo convertiría en un instrumento de guerra política. Un gran ejemplo de la propaganda está en el Antiguo Testamento, cuando Gedeón (capítulos 6-8 de Jueces), peleando contra los madianitas, que lo triplicaban en cantidad, ordenó a sus hombres que, en medio de la madrugada, encendieran antorchas y tocaran el cuerno en el campamento de sus enemigos, para hacerlos huir. Se dice que esa fue la primera acción de guerra psicológica.

Tucídides dice que, en la Guerra del Peloponeso, los griegos lograron derrotar a los persas, superiores en número, mediante estrategias psicológicas, esto es, afectando su alma, más que su cuerpo. De la misma forma, el General José María Córdova logró infundir miedo en las tropas españolas haciéndoles creer que su ejército era más numeroso, con estrategias como hacer marchar un grupo de cuarenta soldados por el mismo trecho durante un tiempo determinado, lo cual generaba en quienes los veían marchar, la idea de que el pelotón era casi ocho veces más grande de lo que era en realidad. Finalmente, trucos para engañar al cerebro.

Un ejemplo más reciente es el de los degollamientos de ISIS y otro es el de los carteles mexicanos del narcotráfico, que compiten entre ellos midiendo la crueldad y sevicia de sus matanzas. Así pues, las armas psicológicas forman parte del arsenal de poder de cualquier país y de cualquier potencia, son un instrumento ideológico muy fuerte, yo diría el principal. En Colombia, por citar un caso, estamos perdiendo la guerra psicológica, porque la guerra material la ganamos y, después de tener reducidos a los terroristas, por medio del New York Times y de Humans Right Watch tienen a nuestras tropas paralizadas sin saber qué hacer.

Los padres de la nación norteamericana hicieron una gran campaña de panfletos, haciendo creer a la gente en los principios que ellos implantaron en su constitución, y la historia confirmó que fueron exitosos; pero, casualmente, en la Guerra de México, hubo cerca de cuatrocientos soldados que desertaron y se fueron a pelear al lado de los mexicanos, conformando el célebre batallón de San Patricio, luego de corroborar que los mexicanos eran mucho más religiosos que ellos y que estaban luchando contra el enemigo equivocado, lo cual puede considerarse un efecto de la propaganda.

Joseph Goebbels, propagandista del nazismo ya mencionado, inventó la cinematografía de propaganda y efectos como el picado, el contrapicado, el corto plano, el plano largo y explotó, enormemente, los desfiles, las marchas, la simbología del partido y la radio, que, en ese momento, llegó a ser la más poderosa del mundo, compitiendo, en términos de guerra psicológica, con la BBC de Londres.

Durante la Guerra de Vietnam, una emisora llamada La rosa de Tokio intentó desmoralizar a los soldados norteamericanos, ante lo cual los EEUU crearon su propia emisora, hecho que está narrado en una película de título Good morning, Vietnam (Barry Levinson, 1987). En esta oportunidad, fue el ejército norteamericano el que resultó derrotado, pero, en la Guerra del Golfo, el ejército de Sadam Hussein se rindió completamente después de una campaña en la que, por medio de VHS´s, transmisiones radiales y volantes, los estadounidenses mostraron el poderío de su armamento y las pocas posibilidades que los irakíes tenían de ganar.

Un ejemplo de lo anterior es la experiencia de las transmisiones que, en la madrugada, los miembros del EPL, recibían desde Radio Tirana, en Albania, por medio de las cuales se les daba instrucción militar, dado que el régimen comunista de Enver Hoxha apoyaba a esta guerrilla insurgente colombiana y varios de sus líderes habían recibido formación en el país europeo.

El comunismo, inicialmente, trató de mostrar la falsa prosperidad de los regímenes que lo habían adoptado como ideología y forma de gobierno, pero, ante el fracaso de esta estrategia, se enfocaron en señalar los problemas del capitalismo y la maldad de los burgueses, como ocurre en Colombia, donde, actualmente, se señala a los contrarrevolucionarios como servidores del imperialismo yankee. Ahora, los comunistas atacan, antes se defendían.

Cuando en Colombia apareció la serie televisiva Hombres de acero, que exaltaba la figura del soldado, tuvo mucho impacto. Vale la pena recuperarla, con las adaptaciones al tiempo actual que se requieren. El cine también es un instrumento de guerra psicológica, en lo cual también los norteamericanos son expertos, pues han atraído y siguen atrayendo a muchos jóvenes a las fuerzas militares por medio de grandes producciones de altísimo impacto.

Otro gran medio de guerra psicológica son las “fake news”, de cuya producción el mayor paradigma es Rusia. Por ejemplo, en 1980 se difundió por todo el mundo la idea de que el SIDA era producto de un accidente de Fort Detrick, el Centro de Guerra Química de los Estados Unidos, y que los norteamericanos estaban infectando al mundo con el virus. Inicialmente, la noticia fue publicada en un periódico de La India muy pequeño, de donde se replicó a otros más y logró alcance internacional; incluso, dos científicos rusos afirmaron tener conocimiento de que era verdad lo que allí se decía. Finalmente, el mismo presidente de los Estados Unidos tuvo que pronunciarse y desmentir esta “fake news”.

No obstante, más allá de los medios que se utilicen, lo importante en materia de guerra psicológica es entender su trasfondo y de dónde surgen sus estrategias. Para tal fin, es esencial comprender el conductismo, escuela psicológica creada por el Dr. Skinner, en los Estados Unidos. Según Skinner, el ser humano actúa respondiendo a tres factores: valores, actitudes y comportamientos. Cuando usted tiene un valor establecido desde la niñez, usted tiene una actitud y esa actitud lo lleva a tener un comportamiento. Así pues, para cambiar el comportamiento de las personas, hay que cambiar sus valores. Lo que está ocurriendo en Colombia es que nos están cambiando los valores y las actitudes por medio de frases como “los guerrilleros ya no son tan malos”, “en aras de la paz nos toca aceptar” y, así, empieza la justificación a lo que no es justificable.

Sin embargo, también hay que añadir que en Colombia no tenemos valores solidificados, por lo cual somos erráticos y pasamos de un lado a otro en el panorama político, vendemos el voto y cosas por el estilo, lo cual facilita la manipulación psicológica de la que estamos siendo víctimas.

El gobierno de Juan Manuel Santos contrató al Instituto Tavistock para lograr implantar una mentalidad favorable a los Acuerdos de La Habana. Dicho instituto británico se enfoca en identificar los valores de una determinada cultura y cambiarlos, verificando si en un periodo de tiempo establecido logran evidenciar cambios importantes en las actitudes de las personas. En Colombia, ese proceso nos va a llevar, en un futuro, a dar nuestro voto por quienes nos están cambiando los valores.

Cuando se quiere intervenir política o psicológicamente a una población, se analizan en ella los cinco factores que conforman el proceso de la comunicación, a saberse: emisor, receptor, mensaje, código y ruidos, utilizando tres blancos principales: amigos, desafectos y neutrales. Estos terceros son siempre la mayoría en la guerra política y las campañas se basan en atraer a los neutrales, convertir a los desafectos en neutrales, mostrándoles los errores de su grupo afecto, para finalmente, hacerlos amigos, mediante procesos coordinados de disuasión y persuasión que llevan al cerebro a una transferencia, aprovechando la palabra, la manera y el momento adecuados.

La propaganda puede ser blanca (se sabe quién la hace), gris (no se sabe quién la hace) y negra (falsifica el origen). Hoy en día se habla de “marketing político”, que consiste en vender a los candidatos más por su imagen que por sus ideas y propuestas. Uno de los casos que estudiamos en mi época fue el de John F. Kennedy, quien se enfrentó en las elecciones con Richard Nixon, cuyo programa era mucho mejor y más preparado que el de su contendor, pero John F. Kennedy tenía unas características fenotípicas que lo hicieron ser más querido por los votantes. La gente vota más, inconscientemente, por el candidato que tiene la cara simétrica, proporcional, parecida a su rostro y que identifica más lo que quiere ser que por aquel que le presenta un programa real y una solución adecuada a sus problemas.

Por último, hay que hablar del miedo como factor fundamental a usar con el fin de movilizar la población. El llamado a la paz de Santos estuvo reforzado por el miedo a la guerra, nos trató de vender el miedo a la guerra. Por otro lado, hay que recordar que contra es más fácil que para, es decir, llevar a alguien en contra de algo da más rédito que traerle a favor de algo y que la campaña de guerra psicológica debe explotar la idea de que el bando que la lanza es el de los buenos, mientras que los contendores son los malos.

El terrorismo es un instrumento de guerra psicológica esencial que tiene tres blancos: el entendido (hacia quien va el mensaje), el inmediato (quien recibe el mensaje) y el inocente (quien, accidentalmente, es afectado por la acción). Por medio del blanco inocente, los expertos en guerra psicológica generan antipatía hacia el actor terrorista.

En todos los medios audiovisuales contemporáneos hay mensajes subliminales que infunden una mentalidad. Frente a esto tenemos que estar atentos, para no dejarnos manipular”.

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