Mediante una singular y sentida carta dirigida a Francisco, Michael J. Matt, reconocido y prestigioso periodista católico, editor de The Remnant, le dice básicamente tres cosas:
1. Resistirá sus errores, y enseñará a sus hijos a resistirlos, como corresponde a un católico fiel a la Verdad, es decir, al Magisterio, a las enseñanzas perennes de la Iglesia en sus dos mil años, al «Depositum Fidei«.
2. Le garantiza que «no tendrá mayores defensores en toda la cristiandad que los católicos tradicionalistas, a los que parece despreciar».
3. Le promete su oración fervorosa y constante, especialmente para que «vuelva a ser el Vicario de Cristo y no el vicario del mundo».
No obstante la directa franqueza del texto, Michael J. Matt reconoce la dignidad de la persona a quien se dirige y le promete orar por él.
Ofrecemos a continuación el texto de la carta, traducido y publicado en Infovaticana, que –la verdad sea dicha– suaviza bastante el sentir que «desde su corazón de católico» expresa Matt en dicha misiva.
A continuación el texto de la carta y al final el video y la durísima introducción:
Carta abierta al Papa: «Le prometemos nuestro amor y nuestra oración todos los días de nuestra vida».
Por INFOVATICANA | 28 noviembre, 2019
Desde Roma, Michael Matt escribió una carta abierta al Papa Francisco. En ella le explica al pontífice los motivos por los que fieles católicos de todo el mundo se resisten a algunas propuestas del papa.
Tomando fragmentos de la carta de san Pablo a los Gálatas, Michael Matt, editor de The Remnant, promete no rendirse, haciendo frente a las enseñanzas heterodoxas y educando a sus hijos en la verdad de la fe.
Texto de la carta abierta al papa Francisco publicada en The Remnant
Roma, 26 de octubre de 2019
Su Santidad:
Mi nombre es Michael Matt. Soy católico desde mi nacimiento, educado en colegios católicos desde primaria hasta la universidad. Y soy padre de siete hijos.
Soy editor de un periódico católico y provengo de una larga estirpe de editores católicos. Mi abuelo fue nombrado Caballero de San Gregorio en Roma por su predecesor, de feliz memoria, el papa Pío XI.
Durante 150 años, mi familia ha sido parte del apostolado católico de la prensa, defendiendo la honra de la Iglesia desde todos los frentes. Cuando los nazis ocuparon Roma, el periódico de mi abuelo estuvo incluido en una lista negra de publicaciones y, por orden del propio Adolf Hitler, se prohibió su difusión en territorio alemán.
Cuando digo que soy un católico leal hablo por mí mismo, por mi padre, mi abuelo y mi bisabuelo. Editores católicos que dedicaron su vida a defender la Tradición católica y las infalibles enseñanzas de sus predecesores.
Hoy me dirijo a usted con tristeza en mi corazón católico porque los vientos de aquel modernismo que condenó su santo predecesor y al que resistieron mis antepasados, soplan entre la columnata de la plaza de San Pedro, bajando por la Via della Conciliazione y de ahí al Tíber y al mundo entero.
Nuestros padres se revuelven en la tumba al ver cómo Roma iza la bandera blanca, rindiéndose al mundo y perdiendo la fe. Esta Ciudad Eterna, consagrada con la sangre de sus primeros predecesores, mártires de la fe, está retornando a sus raíces paganas bajo su mirada.
En el sínodo amazónico, aquí en Roma, el mundo ha escuchado cómo el propio Pedro mira a los paganos para ser iluminado, los escucha, aprende de ellos y les acompaña.
Pero, ¿es acaso esto lo que Cristo le pidió, Santo Padre? ¿Escuchar y aprender del mundo?
El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros por otra razón. O al menos eso es lo que la Iglesia ha enseñado durante dos mil años.
Cristo fue clavado en la cruz para tomar sobre sí los pecados del mundo, para abrir las puertas del Cielo que se habían cerrado, según las Escrituras, por culpa de nuestros primeros padres en el Jardín del Edén.
El Espíritu Santo descendió sobre sus predecesores a fin de establecer una Iglesia que ayudase a todos los hombres a ser verdaderos hijos de Dios y herederos del Reino de los Cielos.
La Iglesia que Cristo fundó es, de acuerdo con las enseñanzas infalibles de la Iglesia, el único medio de salvación. Es la única Iglesia verdadera y fuera de ella no hay salvación.
Santo Padre, ¿acepta usted, aún hoy, este dogma de la Iglesia?
Este sínodo ha transmitido al mundo la impresión de que usted, Santo Padre, ha renegado de la enseñanza según la cual la Iglesia es el único medio de salvación.
¿Es este el mensaje que trataba de enviar? Si no es así, sepa que este es el mensaje que la prensa mundial ha recibido del sínodo –junto al mensaje de que usted no cree en la existencia del Infierno o que duda de que Jesucristo fuese Dios durante su vida terrena.
Frente a tanta confusión, Santo Padre, los fieles católicos deben decidir si quedarse con sus palabras o con las de sus predecesores. ¿A quién deberíamos creer? ¿A ellos o a usted?
Sus predecesores, hasta Pablo VI, prometieron «no cambiar nada de la Sagrada Tradición que he recibido, sin alterar ninguno de sus elementos ni permitir ninguna innovación».
Juraban «mantener lo revelado por Cristo y sus sucesores, y aquello que los primeros concilios y mis predecesores hubieren definido y declarado». Por este juramento de coronación quedaban «sometidos a la más severa excomunión –sea nuestra persona o cualquier otra– aquellos que se atrevieren a introducir cualquier innovación contraria a esta evangélica tradición y a la pureza de la fe ortodoxa y la cristiana religión».
Santo Padre, le ruego que explique por qué «escuchar y aprender de los paganos» no es una contradicción con la tradición católica que sus predecesores juraron defender.
En Amoris Laetitia usted dijo al mundo que quienes viven públicamente en adulterio, sin necesidad de arrepentimiento, pueden, en ciertas circunstancias, volver a la vida sacramental de la Iglesia; esto supone una total contradicción con las enseñanzas de la Iglesia, reiteradas últimamente por el papa Juan Pablo II en Familiaris consortio.
Después, en Abu Dhabi, usted proclamó que Dios deseaba la hermandad de todas las religiones. Pero, ¿cómo puede no suponer esto una contradicción con el mandato divino de Cristo, que le ordenó ir y bautizar a todos los pueblos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo?
Cuando vino a mi país, ante el Congreso, en presencia de algunos de los hombres más poderosos del mundo, no dijo una sola palabra sobre Jesucristo. Creo que no llegó ni a pronunciar Su nombre. ¿Por qué no, Santo Padre?
En Lund, Suecia, tuvo un encuentro con luteranos que jugaban a ser obispos en una catedral robada a la Santa Madre Iglesia católica, y rezó con ellos en la conmemoración de la Revuelta Protestante, que quebró en dos la cristiandad hace 500 años. Algunos grandes santos, como Tomás Moro, pensaban que esta escisión era propia del anti-Cristo. ¿Por qué, Santo Padre? ¿Por qué rezó con ellos? ¿Por qué conmemoró la Revuelta Protestante?
¿Y cómo es posible que todo esto no esté en contradicción directa con las enseñanzas de Pío XI en Mortalium Animus, en la que el papa condenaba esas reuniones pan-cristianas bajo el pretexto de la unidad cristiana cuando ello sólo puede lograrse mediante el retorno de todos los cristianos a la Iglesia católica?
Usted ha dicho que los ateos pueden ir al Cielo, transmitiendo así a un mundo triste, distraído y perdido, que la salvación es posible incluso sin necesidad de creer en Dios.
Usted dijo que su trabajo no es juzgar a los sacerdotes homosexuales, permitiendo que el mundo crea que la Iglesia ha abandonado su enseñanza sobre la existencia de pecados que claman al cielo. Incluso recibió a una pareja gay, supuestamente «casada», en una audiencia privada en la que las cámaras filmaron cada momento de su deriva moral y su abandono de las enseñanzas morales de la Iglesia católica.
Y ahora, el sínodo de la Amazonía abre la puerta al diaconado femenino, e incluso al sacerdocio femenino, violando no sólo las enseñanzas de su santo predecesor en Ordinatio Sacerdotalis, sino la voluntad del propio Cristo.
Y colabora con los globalistas y quienes plantean el control de la población, que desean aplicar el aborto y una rigurosa educación sobre anticoncepción a fin de subvertir el orden mundial y alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, allá por 2030.
Con todo esto, ¿qué haría usted en mi situación? ¿Qué enseñanzas seguiría: las escandalosas novedades de un hombre llamado Francisco, o la constante e infalible tradición de sus predecesores que se remonta al propio san Pedro? Sabemos lo que Cristo dijo acerca de los que escandalizan a los pequeños: sería mejor que se atasen una piedra de molino al cuello y se lanzasen al mar.
Su Santidad, yo soy uno de esos pequeños, así como lo son mis hijos y todos los niños alrededor del mundo, que se escandalizan no por nuestros escándalos, sino por quiénes somos; porque vemos lo que nuestro padre está haciendo y diciendo, contradiciendo 2000 años de tradición y ejemplo. ¿Le resulta sorprendente que algunos de sus subordinados se le resistan, que se rece por su conversión o, incluso, que se dude de si es usted católico siquiera?
¿Ceremonias paganas en los Jardines Vaticanos? ¿De veras cree que esto ayuda a nuestros hermanos protestantes a acercase a la unidad de la Iglesia de Cristo? Están escandalizados por sus actos. Y usted les ha dado argumentos para afirmar que el papa es, de hecho, la Prostituta de Babilonia, y que usted guía a sus fieles lejos del rebaño de Cristo y de la barca de san Pedro.
Por favor, Santo Padre, imagine por un momento el horror de sus hijos ante tal escándalo de su padre.
Rezamos por usted, Santo Padre, cada día. Nos referimos a usted como Santo Padre –le guste o no– porque el oficio que usted detenta es santo, y ni siquiera usted podría profanarlo. Suya es la cátedra del Santo Padre, en la Sede de Pedro –la Santa Sede– y la honramos de tal manera que no permitiríamos que nadie, ni siquiera el papa, la destruyese.
Ha dejado claro que deseaba escuchar a los paganos y que no tiene ningún interés en escuchar a sus escandalizados hijos, nosotros, los rígidos neo-pelagianos, antes conocidos como católicos practicantes. A sus ojos somos rígidos, fanáticos y farisaicos. Pero, si esto es cierto, también 260 de sus predecesores han sido hombres rígidos, fanáticos y farisaicos. Y esto es imposible.
Rezamos por usted. Lloramos por usted y por nuestros hijos en este oscuro momento de confusión para todos los católicos del mundo. Pero, ante todo, estamos obligados en conciencia, y ante el terrible juicio del propio Dios, a resistir ante usted.
De hecho, los católicos y fieles prometemos esforzarnos desde ahora, y hasta el día de nuestra muerte, en hacer frente a su agenda revolucionaria para cambiar esta Iglesia que tanto amamos. Prometemos enseñar a nuestros hijos, con fidelidad, la Tradición católica, para que así nuestros hijos también puedan resistir.
Le prometemos nuestro amor y nuestra oración todos los días de nuestra vida, de forma que la gracia de Dios le vuelva a imbuir, haciendo de usted un verdadero católico antes del día de su muerte. Le prometemos, Santo Padre, que no tendrá mayores defensores en toda la cristiandad que los católicos tradicionalistas, a los que parece despreciar. Católicos que defenderán la fe que recibieron de sus padres. Católicos que, desde todas partes del mundo, le ruegan que defienda la fe y que vuelva a ser el Vicario de Cristo, y no el vicario del mundo.
Por supuesto, los seguidores del papa no son ni revolucionarios ni innovadores: son tradicionalistas. No dejaremos a nuestra Santa Madre Iglesia. Jamás abandonaremos a Cristo, nuestro Rey, aunque todos los obispos del mundo –incluyendo al Obispo de Roma– le abandonasen, como ya sucedió hace 2000 años, en el Calvario.
Santo Padre, le rogamos, por amor a Dios, que escuche los gritos de su maltrecho rebaño y que se convierta, de nuevo, en un pastor para él. Sea el Vicario de Cristo, conviértase en el sucesor de Pedro y conviértase en nuestro verdadero Santo Padre.
Hasta que esto suceda, nosotros, sus más leales súbditos, no tenemos otra alternativa que resistir y hacerle frente. Con Dios como testigo, resistiremos hasta nuestra muerte, o hasta que usted retorne a la Iglesia de Jesucristo.
Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat.
Texto introductorio
«Desde Roma, Michael Matt escribe una carta abierta al Papa Francisco explicando por qué los fieles católicos de todo el mundo se resisten a este papa radicalmente izquierdista.
Al tomar prestado de San Pablo en Gálatas, Michael promete no solo resistir a Francisco sino también enseñar a sus hijos a resistirlo y nunca dejar de resistirlo hasta que muera o reconsidere radicalmente su campaña para destruir lo que queda del elemento humano de la Iglesia de Cristo.
Publicado por Michael Matt en The Remnant.
Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana.