Si quieres recibir noticias de actualidad sobre la Cultura de la Vida, te invitamos a seguirnos en nuestro CANAL DE TELEGRAM haciendo clic AQUÍ.
La Santa Sede protesta tibiamente por la parodia blasfema en los JJOO de París
La inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024 incluyó una polémica representación artística que parodiaba la Última Cena de Jesús con los apóstoles. Ante las numerosas críticas recibidas, el Vaticano emitió una tibia nota de protesta que ha decepcionado a muchos católicos.
Según ha podido saber este periódico, la Santa Sede manifestó que «no puede dejar de sumarse a las voces que se han alzado en los últimos días y que deploran la ofensa cometida contra tantos cristianos y creyentes de otras religiones». Sin embargo, en dicho comunicado no se menciona en ningún momento que el hecho constituye ante todo una ofensa directa contra Dios.
La conocida novelista católica Flannery O’Connor solía decir que «si la Eucaristía es solo un símbolo, ¡al infierno con ella!». Y lo que me sale decir, en el caso que nos ocupa, es: ¡al infierno con el sentimiento de los cristianos! Porque esa es la razón que ha puesto el Vaticano (el Vaticano, no el Papa, al que ni siquiera se cita en la nota de “protesta”) para deplorar a destiempo y con la boca pequeña la blasfema parodia de la Última Cena en la inauguración de los Juegos Olímpicos de París.
Del mismo modo, muchos fieles e incluso sacerdotes y obispos han expresado su malestar porque la nota vaticana solo se refiere a la susceptibilidad herida de los cristianos, cuando lo realmente grave es el insulto proferido contra Nuestro Señor Jesucristo.
Es comprensible que los sentimientos de los creyentes se vean afectados por semejante burla de algo tan sagrado como la Última Cena. Pero el meollo de la cuestión es que se ha ofendido a Dios mismo, se han pisoteado sus derechos a ser adorado y reverenciado. La blasfemia no se mide por el disgusto subjetivo que provoque en las personas, sino por la irreverencia objetiva hacia lo divino.
Muchos fieles se preguntan si esta omisión se debe al miedo por parte de la jerarquía eclesiástica de afirmar claramente ante el mundo contemporáneo su fe en que Dios existe, en que Jesucristo es Dios encarnado y en que los hombres pueden ofenderle con acciones como la parodia blasfema de París.
En la feroz batalla espiritual que libra actualmente la humanidad, una Iglesia que no se atreve a proclamar sin ambages lo que cree difícilmente podrá hacer frente al avance del laicismo y el indiferentismo religioso. Los católicos esperan de sus pastores una defensa firme y valiente de la divinidad de Cristo, aunque ello les granjee incomprensiones y críticas. Como dijo el Cardenal Robert Sarah, «el mayor acto de misericordia hacia el prójimo es llevarle a Dios por el camino de la verdad«.
La inauguración de los JJOO de París ha abierto una polémica que va más allá de la susceptibilidad herida de los creyentes. Está en juego el derecho de Dios a ser adorado en espíritu y en verdad. La tibia reacción del Vaticano no ha estado a la altura de las circunstancias. Se espera que los obispos alcen más enérgicamente su voz para defender al Dios vivo de los insultos de un mundo cada vez más secularizado.
Fuente: Es Dios el ofendido, no «los sentimientos de los cristianos»
Para apoyar el trabajo de R+F puedes hacer un aporte único o periódico con cualquier tarjeta débito o crédito: