Narra el historiador Peter Watson que estando un día en su jardín Agustín, el más grande los Padres de la Iglesia Cristiana, escuchó la frase “toma y lee”, y abrió al azar La Epístola a los Romanos. El pensamiento que llamó su atención fue la idea de Pablo de Tarso de que el mal es la “destrucción del orden”. (Watson, Peter, IDEAS. HISTORIA INTELECTUAL DE LA HUMANIDAD, Editorial Planeta Colombiana, 2005, pag.369).
Nada más ajustado a la destrucción que agobia a nuestro país en todos los aspectos, y al desorden desbordado que nos conducirá al abismo.
Hemos padecido durante más de cinco décadas la actividad terrorista y genocida de unas guerrillas patrocinadas por Cuba, China y Rusia, que bañaron en sangre los campos colombianos y trataron infructuosamente de sembrar el veneno del comunismo. No consiguieron derrotar el apego del pueblo colombiano a su tradición democrática y cristiana, pero esperaron pacientemente que llegara el traidor que les entregaría parte del poder a cambio de nada. Se pasó éste por la faja el rechazo del pueblo a la humillante entrega del país a los criminales de las FARC y, con la complicidad de la corrupta coalición de gobierno y de la prevaricadora Corte Constitucional, se robaron el resultado del plebiscito del 2016.
¿Cuál ha sido la reacción del país frente a semejante atropello? Santos y sus adláteres, en dañado y punible ayuntamiento con los malhechores de las FARC y con la complicidad de una clase dirigente adormecida o amedrentada por la presión del “marxismo cultural”, se han dedicado a la tarea de ocultar el espurio origen del diabólico pacto y a sentar las bases para un gobierno de transición hacia la toma del poder por el castro-chavismo. Se implementaron los claudicantes pactos en forma acelerada e irregular y se montó un “paredón moral” contra todo el que osara disentir del infame convenio.
Ninguno de los compromisos adquiridos por los facinerosos de la guerrilla ha tenido cumplimiento, pero tanto sus cabecillas como sus amigos de la izquierda nacional e internacional, persisten en reclamar mayor celeridad por parte del Gobierno en el cumplimiento de los suyos.
Mientras tanto, los bandoleros, ahora con brazaletes de FARC y ELN, continúan su incesante carrera delictiva que comprende narcotráfico, minería ilegal, daños a los recursos naturales, extorsión, asesinatos de líderes, ataques a la fuerza pública, etc., amparados por el manto protector de la JEP o por el refugio comunista de Cuba y Venezuela; casi el 40% del territorio patrio se encuentra a merced de las pérfidas alianzas de la narco-guerrilla con los carteles mexicanos.
Lograron los narco-terroristas el objetivo de consolidar, mediante ese fatídico acuerdo, el tenebroso negocio de la droga. Después de la firma del pacto han crecido un 400% las áreas de cultivos ilícitos, y en 2019 alcanzamos el nada honroso récord en producción de coca de toda nuestra historia.
No podemos seguir enfrentando el engendro del mal premiando a los mayores criminales de nuestra historia con curules en el Congreso, manteniendo a un costo exorbitante un remedo de tribunal para que los absuelva, subsidiando a los productores de coca, tolerando su falta de respeto por la sociedad colombiana y, encima, acrecentando nuestra deuda pública para sufragar los gastos que impone el acuerdo que ascienden a 129 billones de pesos.
Tenemos que encarar con decisión y con coraje al monstruo que fue capaz de arrasar con el Estado de Derecho, con la Democracia, con la Justicia y con la seguridad de los habitantes de este país.
No podemos seguir viviendo en medio de la ilegalidad, la impunidad, la zozobra, la destrucción del campo, y la estigmatización a todo el que piense diferente de la camarilla farc-santista que domina los poderes públicos.
Hoy será una imborrable fecha para nuestra querida Patria si somos capaces de tomar, cada uno de nosotros, la decisión indeclinable de trabajar por la reconstrucción de Colombia, de unirnos por encima de los partidos o de los grupos o de los caudillos, de enfrentar el mal para salvar a Colombia. Pongamos cada uno un granito de arena y les aseguro que al terminar este año de recuperación, tendremos una solución visible y un mayoritario respaldo para aprobar, desde el Congreso y la Presidencia, las reformas que demanda esta agonizante democracia.
¡Reconstrucción o catástrofe!
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