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Los disturbios recientes en Inglaterra han puesto de relieve una vez más la difícil situación económica y social que enfrentan muchas comunidades en el norte del país. Aunque los incidentes violentos comenzaron supuestamente como protestas contra la actuación policial, rápidamente derivaron en saqueos y vandalismo generalizado, lo que sugiere problemas más profundos.
En 2011 el gobierno de coalición estableció un panel para investigar las causas de la violencia, y como con la mayoría de los paneles gubernamentales, se hizo claro desde el principio qué respuestas no podían ser consideradas. De hecho, después de que se publicó el informe, la revista conservadora inglesa The Spectator publicó un informe minoritario de Simon Marcus, uno de los miembros del panel, denunciando los asuntos que sus compañeros de panel se negaron a considerar, como la membresía en pandillas y «una epidemia de ausencia de padres».
Igualmente interesante es observar las pocas cosas en las que a la gente se le permitió considerar. Los disturbios de 2011 ocurrieron después de la gran crisis de 2008. Muchos funcionarios gubernamentales y sabios de los medios intentaron comprender la avalancha de anarquía mirando las cosas a través de esta lente. Una de las pocas preguntas aceptables sobre esos disturbios tenía que ver con la correlación entre pobreza y disturbios. Ésta era una de las cosas de moda en las que poner toda la atención.
Sin duda, ahora surgirán fijaciones similares. La desaparecida Liga de Defensa Inglesa y la preocupación por las redes sociales son los principales focos de atención permitidos. Sin embargo, Douglas Murray investigó las estadísticas de empleo de algunas ciudades del norte que han experimentado recientemente graves disturbios. También reviso las estadísticas de 2011 e hice una comparación entre los dos conjuntos de datos y publicó sus conclusiones en un artículo para The Spectator.
En los próximos días habrá un amplio debate sobre los factores culturales y de inmigración que han contribuido a estos disturbios, como debe ser. Sin embargo, es crucial no pasar por alto otra causa de estos disturbios. Los sucesivos gobiernos prometieron tomar medidas para mejorar la vida de los habitantes de estas ciudades, prometiendo un modelo económico integrador e incluso sugiriendo que sería una ventaja del Brexit. En lugar de eso, hicieron algo peor que nada.
Nuestro gobierno se enfrenta ahora a la misma elección que tuvieron los anteriores gobiernos conservadores y de coalición: centrarse en conseguir que la gente tenga trabajo y revitalizar estas zonas o intentar enmascarar el problema con políticas de inmigración. Como demostraron las pasadas administraciones tories, tales medidas ofrecen un arreglo fácil pero a la larga adictivo. La verdadera cuestión es si Keir Starmer tiene el valor para dar un giro completo. Todo depende de su decisión.
Fuente: The unfashionable truth about the riots | The Spectator
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