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Haciendo eco de una reciente publicación de Jordan Peterson, recogida particularmente por los medios de información católicos, el P. Santiago Martín se ha expresado con lucidez y honestidad no sólo intelectual sino moral, ante el arrollador estruendo de la aplanadora totalitaria que devasta a Occidente.
Este es un magistral editorial periodístico, sociológico, ético y de fe. A partir de la lúcida reflexión de Jordan Peterson, el Padre Santiago Martín puntualiza y contrasta de manera brillante los aspectos en los que chocan nuestros Principios No Negociables con los de la Ideología totalitaria imperante.
El precio por decir la verdad se paga y, como advierte Peterson, si no ahora, de una manera peor y en mayor medida después, cuando ya no nos enfrentamos a una amenaza sino a las consecuencias de no haberla advertido y contenido a tiempo. De ello, precisamente, da testimonio él mismo, quien lo ha sufrido en carne propia, cuando le fue impuesto un curso de reeducación, por controvertir, no estar de acuerdo y no aceptar los postulados de las ideologías, en particular lo que él llama “DIE”: “La espantosa ideología de la diversidad, la inclusión y la equidad que está demoliendo la educación y los negocios”. Y a toda nuestra civilización, apostillamos.
Y a pesar de que lo hace con criterios y argumentos sólidos e irrefutables, eso parece no contar ni importar ahora en ninguna instancia, ni académica ni judicial, y mucho menos gubernamental, en donde todo el mundo se ha plegado a la moda y se ha ajustado cómodamente, de una manera “políticamente correcta” a ella, sin advertir que también a ellos, funcionarios y burócratas, los arrastrará dicha marea implacable. Eso mismo denuncia y advierte el Padre Santiago Martín.
A partir de la denuncia profética que hace Peterson, el Padre Martín hace un recuento de hechos recientes –de los que hemos dado cuenta en Razón más Fe–, con los cuales ejemplifica la escalada con la que se nos está cerrando el cerco a los ciudadanos en Occidente. Pero también denuncia la gravedad del silencio que guardan aquellos a quienes les corresponde hablar, y que se nos impone a los creyentes so pretexto de una mal entendida “obediencia”: aquellos que, para no perder sus cargos, callan, pero murmuran entre ellos en voz baja; y, finalmente, todos, que resultamos cómplices de la más grande traición a la Verdad que haya visto la historia: es la Gran Apostasía, aunque no lo menciona con esas palabras.
Para muestra, la valentía de los Obispos de África al alzar la voz –como insta Peterson– y hacerse respetar ante el menosprecio a su postura radical de permanecer fieles a Jesucristo y a la enseñanza de los Apóstoles, al advertir contra el desprecio de quienes dicen que son “una cultura todavía en desarrollo”.
“Advertencia” es la palabra clave que hemos reiterado y de la cual nos previenen las personas citadas. Advertencia ante nuestra propia ceguera, ante nuestra propia estulticia, ante nuestro silencio cómplice, ante nuestra conciencia oscurecida, ante nuestra inteligencia adormecida y anestesiada, y ante nuestra aceptación acrítica del imperio totalitario de la mentira, de una abominación que va desolando todo a su paso. Para que no nos hagamos “Cómplices del mal”.
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