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La victoria de tres ciclistas transgénero en la carrera Marymoor Grand Prix genera polémica
La reciente edición de la prestigiosa carrera ciclística «Marymoor Grand Prix», celebrada en el Velódromo Memorial Jerry Baker de Redmond, estado de Washington, ha estado envuelta en la polémica tras la victoria de tres ciclistas transgénero en la categoría femenina.
Los ganadores fueron Jenna Lingwood (antes James), campeona nacional máster de ciclocross; Jordan Lothrop, ciclista canadiense que competía en categoría masculina hasta 2023; y Eva Lin (antes Henry), exintegrante del equipo masculino de la Universidad Estatal de San José. Ellos ocuparon los tres primeros lugares en la prueba Madison, una competencia de relevos por parejas.
La política antidiscriminatoria del velódromo, que prohíbe excluir a los atletas transgénero, ha sido duramente criticada. Según los detractores, se trata de hombres biológicos que se autoidentifican como mujeres para competir en categorías femeninas, obteniendo así una ventaja injusta.
El debate cobra especial relevancia tras la reciente decisión de la Unión Ciclista Internacional (UCI) de vetar a los deportistas transgénero que hayan pasado por la pubertad masculina. La UCI determinó que ni siquiera las restricciones de niveles de testosterona son suficientes para eliminar por completo las ventajas derivadas de dicho proceso.
Otros organismos deportivos también han endurecido sus políticas. En julio de 2023 la Federación Británica de Ciclismo creó una tercera categoría abierta en la que pueden participar personas de cualquier identidad de género, mientras que la femenina quedó restringida a las mujeres biológicas.
Sin embargo, la Asociación Americana de Ciclismo no ha implementado aún estas medidas, por lo que persiste la controversia en torno a la participación de hombres biológicos en competencias femeninas.
La victoria de Lingwood, Lothrop y Lin en Marymoor Grand Prix es un claro ejemplo de esta problemática. Sus equipos, integrados por una mujer y un hombre transgénero, superaron ampliamente a las parejas completamente femeninas.
Surge entonces la pregunta: ¿qué ventaja tuvieron esos equipos mixtos sobre las mujeres? La respuesta parece obvia, pero choca contra la política de «no discriminación» del velódromo y el activismo transgénero.
Mientras este debate continúa abierto, el deporte femenino sigue en riesgo. Permitir que hombres biológicos compitan contra mujeres atenta contra la equidad, la seguridad y el espíritu mismo del juego limpio.
Las federaciones deportivas tienen ante sí el desafío de encontrar un justo equilibrio entre la inclusión y la protección de las categorías femeninas. De lo contrario, el daño al deporte competitivo de mujeres podría ser irreparable.
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