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¿Católicos “contra” el Papa?

Ningún católico real, honesto y coherente,
podría estar –ni siquiera hipotéticamente– en contra del Papa. Menos aún, cuando se pronuncia en defensa de la Verdad.

Por ello, cabe preguntarse y discernir, ante un hecho cada vez más notorio y evidente, si –como lo advirtió Jesús– en la lglesia se está haciendo Su VoIuntad, que es la misma del Padre, o si se está ante la inclinación humana, como le pasó a Pedro, y que le valió una fuerte amonestación.

El papado es una Institución de Derecho Divino y, como tal, debe respetarse. Sobre el designado pesan unas condiciones, unos límites y una gran responsabilidad. Así mismo –y por ello–, de su elección son directa, moral y canónicamente responsables los cardenales participantes en el cónclave.

Por muy extraño que suene, ahora parece que “los enemigos del Papa” son los propios católicos –un imposible físico y metafísico–, y ya no solo los laicos sino los mismos consagrados.

Card. Burke

“Soy llamado ‘Enemigo del Papa’, lo cual no soy”: Cardenal Burke.

«…nos dijeron repetidamente “eso no es de lo que se trata el sínodo”, pero al final, es eso de lo que se trataba. Y se trataba de repensar las enseñanzas de la iglesia sobre la sexualidad humana, con hablar sobre encontrar los elementos buenos en los actos genitales entre personas del mismo sexo, encontrar los elementos buenos en las relaciones sexuales fuera del matrimonio. Durante uno de los descansos, el cardenal Caffarra [Carlo Caffarra, fallecido arzobispo de Bolonia], que era un querido amigo mío, se me acercó y me dijo: ¿qué está pasando? Dijo que aquellos de nosotros que estamos defendiendo la enseñanza y la disciplina de la iglesia ahora somos llamados enemigos del Papa. Y eso es simbólico de lo que sucedió. A lo largo de mi sacerdocio, siempre fui criticado por estar demasiado atento a lo que decía el Papa. Y ahora me encuentro en una situación en la que me llaman enemigo del papa, el cual no soy. No he cambiado. Todavía estoy enseñando las mismas cosas que siempre enseñé y no son mis ideas. Pero ahora, de repente, esto se percibe como ser contrario al romano Pontífice. Y creo que aquí en lo que se entra es en una visión muy política del papado, donde el Papa es una especie de monarca absoluto que puede hacer lo que quiera. Ese nunca ha sido el caso en la iglesia. El papa no es un revolucionario, elegido para cambiar las enseñanzas de la iglesia».

Card. Raymond R. Burke

Hasta hace poco esta era la expresión con la que eran calificados los seglares que, comprometidos con su fe y con la Iglesia, manifestaban sus inquietudes ante ciertas afirmaciones y novedades no sólo extrañas sino incluso abiertamente contrarias a la Sagrada Tradición y al Magisterio bimilenarios de la Iglesia –en especial y particularmente cuando éstas provienen de la propia Sede Apostólica y de la mismísima boca de quien detenta la Cátedra de Pedro–.

“Pachamama” y curas casados.

«En un momento dado de la ceremonia, los que estaban allí se postraron alrededor de esas imágenes con la cabeza en el suelo. Eso era un claro signo de adoración. Si nos dicen que eso no es adoración, pues tendremos que creer que el pulpo es un animal de compañía. Aquello fue un claro gesto y signo de adoración. Lo primero que me llama la atención es que todos estos curas y más, que están en contra de que los fieles se arrodillen en la lglesia durante la Consagración –han quitado en muchas iglesias los reclinatorios para que no puedan arrodillarse (les critican y se meten con ellos si alguno se atreve a arrodillarse)–, no se escandalicen, ni protesten, ni digan nada de que se arrodillen delante de unos ídolos. Es muy significativo. El Papa estaba delante cuando esto ocurría. Pero ese gesto no terminó ahí (…)».

P. Santiago Martín

Hoy, la expresión y el manto de duda se han extendido sobre los clérigos y jerarcas que con sana conciencia, honestidad y en el pleno ejercicio de su deber como bautizados, han expresado su preocupación ante el avance y el alcance de ciertos hechos preocupantes y muy graves ocurridos en el propio seno de la Iglesia, ante los altares de los templos y en la misma Basílica de San Pedro, no sólo con el permiso sino hasta con la complacencia de los obispos y jerarcas católicos.

Uno prefiere la honestidad, ¿no es cierto?

«…jamás debió suceder lo que sucedió, y lo único lógico en este momento son los actos de desagravio, reparación y humildad».

Fray Nelson Medina

Con motivo del Sínodo de la Amazonia han tenido lugar una cantidad de actos que, so pretexto de “cultura”, han desatado una oleada de idolatría y paganismo en el mundo entero, así como actos específicos de profanación –en nombre de una extraña comprensión del “arte”– efectuados dizque para “transgredir” y “comprobar” la reacción de los caraduras tradicionalistas que “no superan sus atavismos morales”. Todos en los templos o en el contexto de la Iglesia, y con el propósito de ridiculizar la fe y de desafiar a los creyentes.

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Ahora son los mismos consagrados quienes, ante la imposibilidad moral de callar, se encuentran en el ojo del huracán y son injustamente auscultados y acusados –como lo han sido los seglares que con antelación han expresado honestamente sus ínquietudes– de estar “en contra del Papa”.

Un cisma, antes de ser formal, comienza con la herejía (error) y se consuma con la apostasía (rechazo de la Verdad y de la verdadera Fe). Después, es inevitable la ruptura.

Pero este no es el caso. Ningún católico real, honesto y coherente, podría estar –ni siquiera hipotéticamente– en contra del Papa. Menos aún, cuando se pronuncia en defensa de la Verdad.

Por ello, cabe preguntarse y discernir, ante un hecho cada vez más notorio y evidente, si –como lo advirtió Jesús– en la lglesia se está haciendo Su VoIuntad, que es la misma del Padre, o si se está ante la inclinación humana, como le pasó a Pedro, y que le valió una fuerte amonestación:

«¡Apártate de mí, Satanás! Me eres piedra de tropiezo; porque no estás pensando en las cosas de Dios, sino en las de los hombres».

Mateo 16, 23

En tal caso, estaríamos ante un “guía ciego”, hecho sobre el cual pesa una seria advertencia:

«Él respondió: Toda planta que no ha plantado mi Padre celestial será arrancada de raíz. Dejadlos. Son ciegos, guías de ciegos; y si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el hoyo».

Mateo 15, 12-14

De modo, pues, que estamos advertidos y, por lo tanto, obligados a discernir tanto sobre la procedencia de la planta como sobre la calidad de sus frutos:

«Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis».

Mateo 7, 15-20

El papado es una Institución de Derecho Divino y, como tal, debe respetarse. Sobre el designado pesan unas condiciones, unos límites y una gran responsabilidad. Así mismo –y por ello–, de su elección son directa, moral y canónicamente responsables los cardenales participantes en el cónclave.

BENEDICTO XVI

La potestad de enseñar, en la Iglesia, implica un compromiso al servicio de la obediencia a la fe.

El Papa no es un soberano absoluto, cuyo pensamiento y voluntad son ley. Al contrario:  el ministerio del Papa es garantía de la obediencia a Cristo y a su Palabra. No debe proclamar sus propias ideas, sino vincularse constantemente a sí mismo y la Iglesia a la obediencia a la Palabra de Dios, frente a todos los intentos de adaptación y alteración, así como frente a todo oportunismo.

HOMILÍA DEL PAPA BENEDICTO XVI
EN LA MISA DE TOMA DE POSESIÓN DE SU CÁTEDRA


Basílica de San Juan de Letrán
Sábado 7 de mayo de 2005
Cardenal Gerhard Ludwig Müller

«Hoy parece que los católicos ya no tienen que creer en Dios sino en el papa».

Card. Gerhard Müller

Por si acaso quedara alguna duda con respecto a la única posible y auténtica “conversión del papado“, aquí está el verdadero estándar de la misma, dado por Nuestro Señor Jesucristo:

«Pero Yo he rogado por ti para que no desfallezca tu fe. Y tú, cuando te arrepientas, confirma a tus hermanos en la Fe».

Lucas 22, 32

El poder de atar y desatar está sujeto a la Voluntad Divina: «confirmar a los hermanos en la Fe» para que puedan «Santificarse en la Verdad» (Juan 17, 17), jamás en el error.

Todo ello les compete, en primer lugar, a los consagrados, y nos concierne, en general, a todos los bautizados, quienes no solo tenemos el derecho de saber sino también el deber de pedir que se nos explique (Canon 212 § 3), por ejemplo, por qué un ateo como Eugenio Scalfari puede hablar a nombre del Papa negando verdades fundamentales de fe sin que se le desmienta ni corrija formalmente, o en los templos y altares se pueden exponer imágenes de ídolos paganos y se debe ofrecer excusas por expulsarlos del recinto sagrado.

«Los fieles tienen el derecho, y a veces incluso el deber, en razón de su propio conocimiento, competencia y prestigio, de manifestar a los Pastores sagrados su opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia y de manifestar a los demás fieles, salvando siempre la integridad de la fe y de las costumbres, la reverencia hacia los Pastores y habida cuenta de la utilidad común y de la dignidad de las personas».

Canon 212 § 3

Porque, como bien nos recuerda Chesterton: cuando un católico entra a la lglesia, lo que deja junto a la puerta es el sombrero, no la cabeza. Y como bien se puede apreciar en los textos citados y en la enseñanza de la Iglesia, Pedro también es amonestado y está advertido.

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