Análisis Opinión Razón

¿Llegamos finalmente al suicidio de la prensa libre?

Walter Duranty foto archivo
Escrito por Redacción R+F

Rechazar activa y abiertamente la libertad de expresión es el suicidio de la prensa libre, y tal es hoy la tendencia dominante del grueso de la prensa en occidente

Traemos este interesante artículo publicado en PANAM POST, escrito , en el que hace un ameno aunque no por ello menos lúcido y descarnado análisis sobre la realidad de la Prensa Libre en nuestra conflictiva época y sociedad. Los énfasis son nuestros.


Me angustia ver encuestas en [las] que los estudiantes de periodismo responden que su motivación de elección de carrera es “cambiar al mundo”. Para cambiar al mundo rara vez ha servido informar honestamente la verdad. Han sido pocos los casos en que prensa e intelectualidad enfrentan con éxito al poder anclado en la mentira. Y fueron periódicos e intelectuales actuando a contra corriente del grueso de la prensa y la intelectualidad del momento. Abundan casos en que prensa e intelectualidad han servido a la agitación, propaganda, desinformación y mentira. Tanto del poder establecido como de las fuerzas que intentan derrocarlo para imponer su propia mentira desde el poder.

El papel de la prensa libre

No es ese el papel del la prensa libre en una República. La prensa libre puede ser partidista e incluso partisana en una República. Pero como los poderes gubernamentales y las fuerzas que sobre ellos influyen, necesita sus propios pesos y contrapesos. El contrapeso de la prensa partisana de una tendencia es la prensa partisana de la tendencia contraria. Y el de ambas es aquella que mantenga un autentico compromiso con la verdad. Especialmente con la que contradice sus preferencias políticas. El papel de la prensa libre no es cambiar el mundo, es informar la verdad para que no caiga la República en el populismo y la demagogia.

Y en realidad la prensa no se limita a periódicos y revistas. La prensa empezó a influir la opinión imprimiendo libros en cantidades antes inimaginables. Pronto fascículos sueltos de literatura popular para eventualmente llegar a las gacetas y calendarios que evolucionaron en los medios de comunicación que hoy conocemos. Prensa impresa, radio, cine, televisión e internet tienen en común ser tecnologías que se difunden noticias y opinión al tiempo que literatura y entretenimiento. Algo que el socialismo radical entendió mejor y el socialismo en sentido amplio aprovechó más que quienes los enfrentaron.

De la hegemonía cultural a la cultura de cancelación

Junto a Walter Duranty, con cuatro décadas como corresponsal del New York Times en la capital del imperio soviético, sirviendo generosas dosis de desinformación y propaganda soviética al publico estadounidense entre las que se destacan la negación de las hambrunas genocidas, del exterminio de los Kulaks, y de la amplitud y brutalidad de la explotación y extermino en el Gulag —lo que le valió el premio Pulitzer de 1933— desde los primeros días del poder soviético la prensa socialista francesa estaba en Moscú. Los socialistas franceses fueron ampliamente informados del exterminio que Lenin adelantó desde el primer día contra los socialistas que no estuvieran bajo su control. Y lo ocultaron, negaron o minimizaron. Y como Duranty y otros canallas, no se limitaron a negar y ocultar, se empeñaron más incluso en perseguir, infamar e imponer mediante el asesinato moral el silencio a quienes revelaban la verdad.

Nada nuevo bajo el sol

Si viviera hoy, tal vez reiría el gran periodista venezolano Carlos Rangel, ante la “novedad” de la cultura de cancelación. Uno de sus libros fue quemado en acto público en la Universidad Central de Venezuela por iniciativa de un profesor que recibiría el premio Andrés Bello. Una turba de fanáticos socialistas impidió violenta e impunemente que dictara una conferencia en el aula magna de la misma universidad. Todo con la displicente complacencia de la prensa y la intelectualidad venezolana de mediados de los años 70.

Ayer apenas reía yo de buena gana cuando una buena amiga me explicaba su asombro porque novelas y relatos de gran valor literario, que retratan las miserias del socialismo en Venezuela, son sistemáticamente rechazados por agencias literarias y editoriales, muy dispuestos a publicar otros en los que se retraten las mismas miserias, pero forzando la supuesta inocencia del socialismo en el asunto a como dé lugar. Nada de qué asombrase. Lo mismo pasa en la abrumadora mayoría de los medios con artículos, reportajes y columna. Asombroso será que alguna obra que realmente critique al socialismo llegue a publicarse. Y realmente extraordinario será que una obra así llegase a ganar un premio literario, por muy superior que fuera [sobre] las que los obtendrán realmente como recompensa al compromiso con la mentira.

¿Acaso no fue increíblemente difícil de publicar 1984 y no fue rechazada por más de un editor Camino de Servidumbre? «¿Cuántas otras obras crees que jamás llegaron a ver la luz por la censura ideológica socialista en occidente?», le decía a mi amiga. No hay novedad alguna ahí. La hegemonía cultural de la mentira requiere la censura, y la censura se puede adelantar desde el poder del Estado, o desde la influencia sobre la prensa en su sentido más amplio. De ahí que desde tan temprano las organizaciones pantalla del poder soviético se empeñaran en controlar premios literarios y periodísticos en todo occidente, con cada vez mayor grado de éxito. Nada nuevo bajo el sol que sus herederos naturales adapten sus tácticas de censura para mantener e incrementar su hegemonía cultural a los tiempos de la Internet y las redes sociales virtuales.

Cuando más de lo mismo llega al punto de no ser lo mismo

Que tácticas y teorías del socialismo se reajusten y actualicen es poca novedad, porque sus usos, fines y prácticas son las mismas de siempre. La destrucción material y moral para establecer el infierno totalitario. Novedad es que la hegemonía cultural por la que luchan hace más de 100 años llegó al grado en que la prensa libre hoy es agente de su propia destrucción. Sí, es más de lo mismo, pero tanto más que llegó a ser demasiado. El veneno, después de todo, es cuestión de dosis. Rechazar activa y abiertamente la libertad de expresión es el suicidio de la prensa libre, y tal es hoy la tendencia dominante del grueso de la prensa en occidente. Así que salvar, de una u otra forma, la existencia misma de la prensa libre occidental es cuestión de vida o muerte, nos guste o no.

Guillermo Rodríguez González

Guillermo Rodríguez G. es investigador del Centro de Economía Política Juan de Mariana y profesor de Economía Política en el área de extensión de la Facultad de Ciencia Económicas y Administrativas de la Universidad Monteávila, en Caracas, Venezuela.

Fuente: PANAM POST


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