No es lo mismo reír mientras muero que hacerlo mientras lo hace el prójimo. Quizás sea la diferencia entre el humor negro, sutil y descarado a la vez, y la burla del truhan, que se carcajea tras escupir al débil. Lo cierto es que el humor y la fatalidad han ido siempre de la mano, incluso para corregir al estúpido con chanza bajo el célebre castigat ridendo mores.
De todas las combinaciones entre tragedia y jocosidad, la más cruel y perversa es aquella que resulta del verdugo que disfruta riendo ante los tormentos que causa a su víctima. El marqués Francisco de Sade, padre fundador de la modernidad, cultivó con esmero este tipo de burla, prolífica en todos sus textos. Creo que a modo de crítica y no de apología, Pasolini escenificó en la pantalla el humor sadista: unos degenerados disfrutando a risotadas al tiempo que pervierten y eventualmente asesinan a un grupo de jóvenes indefensos (Saló, 1975).
No hace mucho apareció un video en que algunos médicos jugueteaban en el quirófano con restos de fetos recién abortados, haciendo bailar sus partes desmembradas al son de música. Fue famosa la broma del médico abortista, Kermit Gosnel, cuando terminó de matar un feto extraordinariamente grande y dijo “este estaba listo para levantarse, agarrar su sombrero y caminar hasta el metro”.
El diario “El Espectador” ahora promociona un video “jocoso”. Como tratándose de una divertida receta de cocina, una jovencita explica, paso a paso, como es de fácil abortar estando en casa. Con una sonrisa picarona, advierte que estar en confinamiento no es razón para abandonar los pasatiempos de catre y si “se rompe el condón”, nada como un aborto desde la comodidad del hogar. Luego hace de un cucharón micrófono y parodia una balada de Ricardo Arjona. La diversión continúa y entre chistes y chanzas se van enumerando las formas idóneas para el fin del caso, del feto, o del hijo, da igual. Por último, se despide, manda un beso, “síguenos en nuestras redes”, solo faltó un guiño de ojo.
Por supuesto que del grupo creador del video llamado “las igualadas”, a Francisco de Sade, hay años luz de notoriedad, originalidad, talento y audiencia, pues en todo eso el francés las superó. Pero la esencia es la misma, pues trivializan jocosamente situaciones desgarradoras, mientras ríen al realizarlas o, como el marqués, al incitar a hacerlas.
Tras recientes manifestaciones por las calles de Buenos Aires, se leía en alguna pared “hoy desayuné feto”. En Colombia los matan en sus casas mientras escuchan baladas de Ricardo Arjona. Lo único alentador es confirmar que la actual pandemia no puede ser un castigo divino, pues tendríamos en suerte un corolario mucho más feroz y tremendo que una gripa, solo propicia para que las madres puedan asesinar a sus hijos desde la comodidad de sus casas.