Cultura Fe

¿Era Jesús un poeta?, ¿usó la ironía en su prédica?

Esa es precisamente la tesis que en esta clase magistral dada el pasado 28 de mayo y transmitida por la televisión pública de Toledo, plantea el escritor español Juan Manuel de Prada (Premio Planeta de Novela), al sugerir que el uso de las parábolas en la predicación de Jesús se debe a que tenía una personalidad de poeta antes que, como se suele explicar, se trata de un recurso pedagógico para hacerse entender más fácilmente por la gente sencilla.

El escritor español se inspira en un artículo escrito por el novelista inglés Oscar Wilde, De Profundis,  en el cual se refiere a Jesús como un poeta, al que Prada agrega que Dios sabe de la capacidad de convicción que tiene la belleza, por encima de la simple explicación doctrinal.

Al respecto explica cómo las parábolas tienen aspectos supremamente complejos dr entender, lo que hace que incluso hoy en día los teólogos no terminen de comprender su significado, como en el caso de la parábola del administrador infiel. Por otro lado, en varios pasajes Jesús utiliza una figura literaria como lo es la ironía, como cuando le pregunta a la samaritana por su marido, para luego decirle que ha tenido 5 y que aquel con el que vive ahora no lo es. Según Prada, este pasaje muestra cómo el Señor recurre a un elemento literario para ponerle de presente a la mujer sus pecados, pero de una forma más profunda que si solo le hubiera hecho un simple y llano reclamo.

También señala que parece tener un toque de ironía aquella sentencia de Jesús según la cual “su yugo es suave y la carga ligera”, cuando la experiencia muestra que para muchos el vivir la Fe es algo que lleva hasta el martirio. Por otra lado, en el conocido Sermón de las bienaventuranzas, se hace explícito el carácter poético de la predicación de Jesús. El uso de estas figuras literarias ayudó entre otras cosas a que su mensaje fuera más fácilmente transmitido a través de la tradición oral, debido a que este tipo de género es más fácil de recordar.

El escritor también señala cómo la capacidad de crear belleza a través de las palabras es un rasgo que comparten Dios y el hombre, desde el primer momento de su alianza, a diferencia de todas las demás creaturas de la Creación. De la misma manera, esta alianza se expresa a través de gestos sensibles (derramar agua, ungir aceite, imponer manos), que son también actos carnales, lo que es contrario a una visión extremadamente espiritualizada de la Fe, que termina siendo iconoclasta, pues desprecia o persigue la representación artística de Dios.

Prada, en su conferencia dirigida a un auditorio de educadores, recuerda cómo para los católicos es una misión muy actual la de mantener ese amor a la belleza, en un momento en que el arte, precisamente por esa ruptura con Dios, ha pasado por varias etapas: de un mero virtuosismo se ha pasado luego en una especie de arte putrefacto, corrompido, que finalmente se ha convertido en garabato, en aspaviento, en grito desesperado. El arte contemporáneo, como se puede comprobar en los medios de comunicación, se ha convertido en nihilismo puro.

El escritor critica las nuevas tendencias educativas según las cuales los estudiantes deberían abandonar la lectura de los clásicos, pues supuestamente ya no saben hablarles, transmitir mensajes relevantes a las generaciones contemporáneas, cuando en realidad este tipo de obras se denominan clásicos por su universalidad, porque les hablan a los hombres de todos los tiempos.

El problema en realidad es que lo que los educadores progresistas temen es que los jóvenes entren en contacto con un mundo penetrado por Dios, en el que el hecho religioso era palpable en la vida cotidiana.

Finalmente advierte frente a las dos tentaciones de los educadores católicos actuales, la de tratar de levantar una barrera frente a un mundo hostil al mensaje cristiano, así como la de dejarse arrastrar por las modas culturales sin ningún criterio, como un cadáver que cree que avanza, cuando en realidad solo está siendo arrastrado por la corriente.

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