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Del antiuribista padre guadalupano y el celibato sacerdotal

Escrito por BarWojtyła

Ante las recientes declaraciones en tono agresivo de Ramiro Arango, un supuesto sacerdote católico (con sotana y cuello romano) que cobró celebridad en los medios de comunicación nacionales, gracias a sus ácidas críticas contra Álvaro Uribe, Razón+Fe quiso averiguar sobre la comunidad a la que pertenece registrada ante el Ministerio del Interior como “Iglesia Apostólica Guadalupana”, que jurídicamente dista de la presentación hecha a los medios de comunicación según la cual dice ser “católica, pero no romana.”

Ramiro Arango. Imagen de Twitter

Resulta curioso que aunque afirmen que no guardan obediencia al sucesor de Pedro, el Papa, sin embargo lo usen con frecuencia en su proselitismo religioso, como se ve en el siguiente video, al tiempo que exige que la Iglesia católica se debe “adaptar” a los tiempos modernos permitiendo como regla general la ordenación sacerdotal de hombres casados y de mujeres, alineándose con el Marxismo Cultural que ha tomado como bandera la ideología de género y a la revolución sexual, según las cuales el celibato carece de sentido.

¿Qué es el Celibato Sacerdotal Católico?

El celibato sacerdotal es una disciplina que la Iglesia sigue desde su origen, o sea, desde la época apostólica. Por tanto, no es verdad como sus enemigos suelen repetir que se haya iniciado con el Concilio de Trento o que sea una invención medieval del Concilio de Letrán.

La obra más completa en esta materia es el libro “Les origines apostoliques du célibat sacerdotal“, del padre Chistian Cochini, jesuita francés que estudió profundamente el tema. El teólogo y cardenal Henri de Lubac, reconocido estudioso de la patrología afirmó sobre la obra de Cochini que aquella es de importancia fundamental por haberse basado en investigaciones notable, largas y metódicas y que en la literatura actual sobre el tema nada se puede comparar a ella, ni de lejos. Se trata de una obra revolucionaria, profunda e inigualable que difícilmente será superada.

Para el padre Cochini existe una diferencia entre el celibato sacerdotal y la ordenación de hombres solteros. La Iglesia siempre exigió el celibato de sus clérigos, pero también siempre ordenó hombres casados hasta el siglo XII en Occidente ya que en Oriente aún se da. Lo anterior parece una contradicción, más no lo es. A partir de la ordenación sacerdotal, los hombres casados y escogidos por la Iglesia para ser sacerdotes dejaban el uso del matrimonio y pasaban a vivir en continencia. Esta práctica fue ampliamente confirmada por la documentación reunida por el padre Cochini. Como ejemplo puede ser citado el decreto publicado en el Sínodo de Elvira, 25 de Octubre de 304:

“Canon 33: Se decidió plenamente decidido imponer a los obispos, a los presbíteros y a los diáconos, como a todos los clérigos en el ejercicio del ministerio, la siguiente prohibición: que se abstengan de sus esposas y no procreen hijos; quien, sin embargo, lo hiciera debe ser apartado del estado clerical.” (DH 117)

Interesante también es la carta “Directa ad decessorem” del papa Siricio al obispo Himerio de Tarragona, el 10 de Febrero de 385:

“..Llegó a nuestro conocimiento que muchos sacerdotes de Cristo y levitas, después de largo tiempo de su consagración, han procreado hijos, no sólo de sus propias mujeres sino de torpe unión y quieren defender su crimen con la excusa de que se lee en el Antiguo Testamento haberse concedido a los sacerdotes y ministros la facultad de engendrar.

Contra tal argumento el Papa opone: ¿Por cuál motivo, el año de su ministerio, se mandaba a los sacerdotes habitar en el templo lejos de sus casas? Sin duda por la razón de que ni aun con sus esposas tuvieran encuentros carnales, a fin de que, brillando por la integridad de su conciencia, ofrecieran a Dios un don agradable.

De ahí que también el Señor Jesús, habiéndonos iluminado con su venida, afirma en su Evangelio que vino a cumplir la ley, no a abolirla [Mt 5, 17]. Y por eso quiso que la figura de la Iglesia, de la que Él es esposo, irradie el esplendor de la castidad, para que en el día del juicio, cuando venga de nuevo, poderla hallar «sin mancha ni arruga» [Ef 5, 27]…. Todos, los levitas y sacerdotes, estamos obligados por la indisoluble ley de estas disposiciones, para que, que desde el día de nuestra ordenación, entreguemos tanto nuestros corazones como cuerpos a la sobriedad y a la pureza, para agradar al Señor nuestro Dios en los sacrificios que diariamente le ofrecemos.” (DH 185)

Así, lo que se ve es que la Iglesia, desde sus primeros días, adoptó el celibato como regla general para sus sacerdotes. El catecismo de la Iglesia Católica explica que: “Todos los ministros ordenados de la Iglesia latina, exceptuados los diáconos permanentes, son ordinariamente elegidos entre hombres creyentes que viven como célibes y que tienen la voluntad de guardar el celibato “por el Reino de los cielos” (Mt 19,12). Llamados a consagrarse totalmente al Señor y a sus “cosas” (cf 1 Co 7,32), se entregan enteramente a Dios y a los hombres. El celibato es un signo de esta vida nueva al servicio de la cual es consagrado el ministro de la Iglesia; aceptado con un corazón alegre, anuncia de modo radiante el Reino de Dios (…)

En Oriente como en Occidente, quien recibe el sacramento del Orden no puede contraer matrimonio.

El libro “Celibato Eclesiástico: Historia y Fundamentos Teológicos”, escrito por el cardenal Alfons M. Stickler, es una excelente obra sobre el tema, en la cual su autor presenta la fundamentación del celibato sacerdotal con su origen apostólica desde los puntos de vista canónico y teológico. De forma clara, él fundamenta la realidad teológica de la disciplina del celibato como algo que está vinculado a la propia identidad del sacerdote.

Para él, es la crisis actual de identidad sacerdotal la que tiene como consecuencia la crisis en el celibato y no al contrario. Infelizmente, los detractores del celibato creen que la crisis sacerdotal se resolverá con la liberación de la disciplina del celibato, pero esto no es verdad.

El padre Thomas Mcgovern, en su estudio “Priestly Celibacy Today“, afirma que en el periodo de 1964 hasta 1992, dejaron el ministerio sacerdotal 54.432 presbíteros, lo que correspondería a dos veces y medio el número de sacerdotes de Brasil hoy en día o al 13% de los sacerdotes que hay en el mundo. Para él, ese número se explica por la crisis de identidad sacerdotal pues, antes, el sacerdote era comprendido como un hombre que ofrecía el sacrificio ofreciéndose también en sacrificio. Sin embargo, cuando pasó a ser visto como un funcionario de la Iglesia, una especie de profesor, de asesor, de facilitador, un sujeto que enseña el camino para una ingeniería social y la transformación de la realidad, el celibato perdió el sentido, pues ya no se exige el sacrificio. Y esto es lo que el sacerdote representa en la visión de los teólogos modernos.

El celibato sacerdotal no es exigido por la naturaleza del sacerdocio, o sea, la persona puede ser sacerdote y no ser célibe, sin embargo, dos realidades se deben tener en cuenta:

  • Históricamente, sacerdocio y celibato siempre estuvieron juntos, desde el tiempo de los apóstoles.
  • Teológicamente, la concepción de “padre” en cuanto hombre de lo sagrado que se ofrece en sacrificio y el celibato se complementan.

Y esta es la conciencia de la Iglesia desde siempre.

***La mayoría del texto ha sido tomado de la respuesta del padre  Padre Paulo Ricardo de Azevedo Júnior sobre el celibato sacerdotal.

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